Por. José C. Serrano
Marisela Morales Ibáñez nació en la Ciudad de México hace 51 años. Es abogada por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tiene una maestría en ciencias penales, que cursó en el Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Recientemente fue requerida por la Fiscalía General de la República (FGR) para que declarara lo que sabe de la llamada Operación Rápido y Furioso, autorizada por el expresidente panista Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, a quien la dependencia lo considera como imputado en esta indagatoria.
La pesquisa incluye a más de 20 funcionarios o exservidores públicos que pudieron haber tenido una responsabilidad. La indagatoria, que se encuentra en las instalaciones de la Subprocuraduría Especializada en la Investigación de Delincuencia Organizada (Seido) tiene diversas vertientes a partir de la información que ha recabado a través del intercambio con autoridades de Estados Unidos.
Rápido y Furioso fue un operativo desarrollado por autoridades de Estados Unidos con base en un acuerdo sostenido entre funcionarios de la Agencia de Control de Armas, Tabaco y Explosivos (ATF) y la entonces Procuraduría General de la República (PGR).
Para algunos, conocedores del tema, ha sido una sorpresa la noticia de que se podría reabrir una denuncia presentada por el excomisario de la Policía Federal, Javier Herrera Valles por la manipulación de testigos protegidos: José Salvador Puga Quintanilla, con nombre clave El Pitufo, Roberto López Nájera, con nombre clave Jennifer y Sergio Villarreal Barragán, alias El Grande, con nombre clave Mateo, en contra de Marisela Morales Ibáñez, extitular de la PGR.
La carrera meteórica de Morales Ibáñez se caracterizó por el armado rápido de casos con apoyo de testigos protegidos y con la práctica de arraigos ilegales y tortura. Dichos casos sobresalientes al paso de los años fueron desvirtuados y, al final, los acusados fueron dejados en libertad por violaciones a derechos humanos, así como las inconsistencias de las declaraciones de los testigos protegidos.
Los testigos protegidos estrella conocían de todos los asuntos y convivieron con todas las personas a las que acusaban, sin poder describirlos físicamente. Recordaban días, horas y lugares exactos. Pero olvidaban que en esos momentos, según sus propias declaraciones, ellos se encontraban en otro lugar en ese preciso momento y hora.
Marisela Morales Ibáñez tiene algunos puntos oscuros en su biografía. Ella se desempeñaba como agente del Ministerio Público adscrita al Reclusorio Oriente, en el área de juzgados federales. Ahí fue donde tuvo contacto con los del verde olivo, en especial con el agente del Ministerio Público Militar y mayor Gerardo Salazar Bolaños, quien presentó a la joven abogada con el general y licenciado Rafael Macedo de la Concha, titular de la Procuraduría General de Justicia Militar, quien sería su padrino político y, como dicen los que saben: su pareja sentimental.
No es casualidad que la carrera meteórica de Marisela Morales despegó después de 1997 y su contacto con el verde militar. Todos los puestos a los que llegó, siempre estuvo acompañada del mayor Salazar Bolaños y del coronel Avigai Vargas Tirado, gente de toda la confianza del general Macedo de la Concha. Ellos se encargaban de hacer el trabajo sucio y de los testigos protegidos, así como de inventar las historias de conspiración e intrigas.
Marisela Morales, quien para ese entonces ya tenía escolta militar de tiempo completo, vivía al interior de una unidad militar, contaba con todas las confianzas de los altos mandos militares, utilizaba el derecho de picaporte en el cuarto piso del edificio principal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
La joven abogada estaba vinculada al grupo de poder de la cofradía de la Sedena, que a su vez necesitaba tener control sobre la PGR. Morales Ibáñez contaba con el perfil idóneo para esos fines: poco carácter, fácil de influir, de personalidad frágil, esto de acuerdo con estudios elaborados por las áreas de inteligencia militar.
Fue colocada como titular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (Siedo) y, en poco tiempo, alcanzó la cúspide de la PGR. Las conferencias de prensa que le organizaban sus incondicionales eran el foro ideal para lucir una nariz surgida de las manos expertas de un cirujano plástico, así como peinados exóticos logrados por su estilista personal.
Alejandro Gertz Manero, titular de la Fiscalía General de la República (FGR), poco podrá hacer para avanzar en su quehacer fundamental: la procuración de justicia. Tiene ante sí un caso vinculado al verde militar y, ese color, en este sexenio es intocable.