En Tulum, una mujer policía mató a una mujer inmigrante

Carlos Arturo Baños Lemoine.

Paradojas de la vida. Después de los múltiples actos relativos al Día Internacional de la Mujer (08 de marzo), donde una de las principales demandas ha sido que cese la violencia que padecen las mujeres, resulta que, hace una semana, en la localidad de Tulum (Estado de Quintana Roo), una mujer policía asesinó a una mujer inmigrante, salvadoreña para ser precisos. Victoria Salazar Arriaza se llamaba la mujer, de 36 años de edad.

Al parecer se trató de un crimen imprudencial, de un homicidio culposo. Tratando de someter a la mujer salvadoreña, que estaba siendo detenida por alterar el orden público, la mujer policía causó la muerte de la inmigrante.

Según el servicio médico forense de la fiscalía estatal, la necropsia concluyó que la causa de la muerte fue una fractura y lesiones en la parte superior de la columna vertebral, las cuales “son compatibles y coinciden con las maniobras de sometimiento que se le aplicaron a la víctima durante el proceso de su detención”.

El examen forense también sostiene que: “La técnica policial de control corporal aplicada y el nivel de fuerza utilizado se realizó de manera desproporcionada, inmoderada y con un alto riesgo para la vida, ya que no fue acorde con la resistencia de la víctima”.

Por increíble que parezca, la mujer policía y sus tres omisos compañeros varones están siendo acusados de “feminicidio”, esa aberración lógica y jurídica que ya he criticado en otras ocasiones (p.e. véase mi artículo “Feminicidio” una aberración lógica y jurídica: https://banoslemoine.wordpress.com/2020/02/11/feminicidio-una-aberracion-logica-y-juridica/).

Pero más allá de todo, lo importante es volver a resaltar lo que tantas veces hemos dicho: buena parte de la violencia que padecen las mujeres suele proceder de otras mujeres. Se trata de una violencia que la mitología feminista acostumbra soslayar y, cuando de plano no puede evadirla ni negarla, siempre busca salidas en falso para restarle todo tipo de responsabilidad penal o moral.

Para ello, suele apelar con harta frecuencia a la falacia del auténtico escocés: las mujeres no ejercen violencia contra otras mujeres y, si llegan a ejercerla, es porque se trata de “mujeres patriarcalizadas”, de “mujeres sin conciencia de género”, de “mujeres con machismo introyectado”, de “mujeres alienadas por el hetero-patriarcado”, etc. Conocemos muy bien todo ese rollito falaz.

Ya sabemos que el feminismo nació tuerto: sólo ve la violencia que le conviene en función de sus montajes falsos, falaces, fantasiosos y chantajistas. Y, en parte por esto, sus banderas “contra la violencia hacia las mujeres” siempre terminan en el suelo, siempre terminan en fracaso, por más dinero público y privado que se gaste en tales banderas.

Mucha es la violencia que las mujeres ejercen contra las propias mujeres, pero es mejor no verla o interpretarla en clave victimista. De otro modo, se cae el negocio.