Rubén Cortés.
Al igual que la Piñata sandinista (Epigmenio Ibarra la conoce bien), muchos integrantes del grupo político que gobierna hoy en México, se están haciendo mucho más ricos de lo que eran como opositores. Que eran ricos, eh: casi todos.
Eran ricos, aunque en el discurso (que 30 millones compraron como algodón de azúcar en ferias de pueblo) satanizaban el dinero: “La justa medianía”, decía el candidato; “Terminemos la revolución ya”, decía Yeidckol; “No aceptaré contratos”, decía Epigmenio Ibarra.
¿La Piñata? Ah, en 1990 el grupo de poder que es dueño de Nicaragua, se repartió dos mil 200 millones de dólares, entre dirigentes y militantes, que aprovecharon para adquirir fortunas. La Jornada tiene una gran crónica sobre eso: 12 de mayo de ese año.
Sólo que la Piñata se produjo cuando aquellos perdieron el poder, y la de aquí se registra apenas en el arranque del poder, como es el caso de los 7.5 millones de dólares que le dio el gobierno a la empresa de Epigmenio Ibarra, uno de sus principales ideólogos.
Son 7.5 millones de dólares a préstamo, justo en el momento en que el gobierno se negó a prestar dinero a los empresarios del país, bajo la divisa de “si tienen que quebrar que quiebren, no van a haber rescates para los potentados”.
Al zar de la producción televisiva de series apologéticas del crimen (que es también uno de sus ideólogos) le concedió 7.5 millones de dólares para que no quebrara, mientras en el país quebraron más de un millón de empresarios, porque se negó a prestarles.
Lo triste es que no fueron “los potentados”, como les llamó el presidente, quieren quebraron. Fueron uno de cada cinco pequeños y medianos empresarios de cafeterías, tlapalerías, tiendas, fondas: 1.1 millones de MiPymes, informó el Inegi.
Y eso que el zar de las narconovelas escribió (30 de diciembre de 2017) que si el actual mandatario llegaba a la presidencia “no pediré ni aceptaré ningún puesto ni contrato alguno”. No: nada más 7.5 millones de dólares.
Una pastoral de la hipocresía en la que reza también la exsecretaria general del partido en el poder: “Apresurémonos amigos a terminar la revolución”. Y su propio partido la investigó porque le pagó 900 millones de pesos del partido a una empresa de sus hijos.
Aunque es algo natural en el grupo político que gobierna hoy: en 2017 le sacó a la gente 78.8 millones de pesos que les depositaron en Banca Afirme para ayudar a los damnificados por los sismos de ese año. Ningún damnificado vio un peso.
Ahora se afanó dos mil 244 millones que “donaría” para comprar vacunas antiCovid. Pero las vacunas las está prestando Estados Unidos.
Es que les fascina la lana.