Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Habrá, por supuesto, muchos que no parecen estar de acuerdo. Ellos van a apoyar lo que se le ocurra al titular del poder ejecutivo y su “conciencia tranquila” o sus “buenas intenciones”, ante todo. Él, fíjense, se juzga a sí mismo.

Los jueces mexicanos van ganado renombre en una sociedad tan escéptica y corrompida de palabra y obra, en la mente y la realidad: una nación que los necesita tal vez más que nunca como valladares frente al abuso de un líder providencial que está en contra de un mejor proyecto a futuro, en el marco del siglo XXI y la Constitución Política.

El juez potosino Juan Pablo Gómez Fierro se ha vuelto una celebridad que recibe apoyos de todos lados (con la excepción de grupos lopezobradoristas), mientras que el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, se ve en aprietos para mantener cierta imagen de independencia a su nivel. Se suman otros jueces con resoluciones similares y refuerzos de grupos de abogados y de la opinión pública.

Aunque los amenacen y los llamen “traidores a la patria”, creo que se pueden sostener ante políticas caducas que, en aras de “la patria y la propiedad estatal”, quieren retrogradar los avances logrados en la globalización y el cuidado del medio ambiente. No podemos regresar a otro siglo tan distinto ni eliminar nuestras relaciones o capacidades crecientes en el mundo actual.

Algo que no entiende el presidente (¿y sus asesores?) es el concepto de competencia, precisamente la especialidad de estos jueces. En Economía tampoco parece considerar mercados, precios relativos, apertura comercial, eficiencia, relaciones costo-beneficio social, por lo que se tiende a reducir el crecimiento y a aumentar la pobreza.

En lo Jurídico se dice que no ubica bien el juicio de amparo ni las ideas de suspensión o independencia entre los poderes como contrapesos, con lo que se lanza contra abogados que ven los intereses de “particulares” ante el poder (su función) y ayer sugirió que si no lo apoya la Suprema Corte dejará de ser de Justicia. Veremos si esto puede ser más serio.

* EL JUEVES CUMPLÍ UN año de confinamiento casi total a raíz de la pandemia del virus que contagia al ser humano con el COVID-19. El mundo ha tenido mala suerte, pero diversos países han reaccionado de muy distintas formas, según su tendencias y capacidades: en México esta gestión no ha sido digna de elogio… nada admirable, con algunos escándalos muy negativos y conocidos.

En esta tercera semana de marzo, pero de hace un año, se produjeron referencias como las siguientes: la Organización Mundial de la Salud declaró una pandemia de coronavirus a nivel mundial, el día 16 el vocero López-Gatell consideró que “la fuerza del presidente es moral, no de contagio”, y el 18 murió acá la primera persona por Covid.

Antes, el 28 de enero se dijo que México era de los países mejor preparados para enfrentar la amenaza y el 11 de febrero que este virus “es más leve que la influenza estacional” (nunca se corrigió) y AMLO afirmó que “no es algo terrible, fatal, hay que abrazarse, no pasa nada” (tampoco reconoce sus equivocaciones). Luego, mes tras mes, vinieron engaños, errores y disparates que empeoraban las cosas

Se sigue presentando una cifra oficial de unos 200,000 muertos por Covid, aunque incluso el gobierno Federal ha aceptado que la real es significativamente mayor. Ahora se constata que la vacunación resulta un desastre de errores e incongruencias que, de manera inaudita, se ve asociado a un posible rendimiento electoral para el partido Morena.

El 30 de diciembre el vocero Jesús Ramírez informó que han cerrado contratos por 134 millones de vacunas contra el coronavirus, y a principios de año AMLO dijo que México era el país de América Latina con más personas vacunadas, pero luego ya ha habido más confusiones que comparaciones al ocultarse los contratos (si es que existen) y solicitarse dosis por todo el mundo.

Bueno, el líder nacional se sigue riendo y habla con una seguridad pasmosa. Es evidente la insensibilidad o falta de empatía, aunque igual puede tratarse de risa nerviosa o de una simulación de que van muy bien las cosas (al mal tiempo, buena cara). Si no se corrige todo ello el gobierno se seguirá hundiendo, así sea más despacio de lo que uno supondría.

 

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