Rubén Cortés.

Los próximos cuatro años de relación con Washington estarán signados por la apuesta all-In del presidente mexicano por el candidato perdedor. Por eso, hoy Canadá tiene vacunas, y México no, aunque ambos son socios de Estados Unidos en el T-MEC.

El Jefe del Ejecutivo de México ha pedido dos veces la vacuna a Biden, pero éste dijo que no puede porque la Defense Protection Act (aprobada en 1950 durante la guerra de Corea) lo autoriza a impedir la exportación de vacunas.

Sin embargo, los apartados de la Defense Protection Act permiten al presidente estadounidense hacer salvedades para ayudar a sus aliados geopolíticos en momentos excepcionales. Por eso Biden le dio la vacuna a Canadá y Reino Unido.

Y el presidente de México tuvo que (como su admirado Fidel Castro en 1960) voltear a Rusia, y pedir a Putin auxilio en la emergencia, con 24 millones de la vacuna Sputnik, de la cual en un mes sólo mandó 200 mil dosis.

La escasez de vacunas aquí contra el Covid-19 es el primer resultado de la decisión del presidente de jugársela a todo o nada con Trump en la histórica elección presidencial estadounidense de 2020. Histórico es igualmente el desastre de la decisión.

Porque hasta ayer, se habían aplicado en México únicamente dos millones 526 mil primeras dosis de la vacuna, que requiere dos dosis. Apenas el dos por ciento de la población se ha vacunado, y sólo con la primera dosis.

A ese ritmo, el gobierno mexicano tardará cuatro años y cuatro meses en vacunar a todos sus gobernados, de acuerdo con un estudio de T-Research. Mientras, van dos millones 112 mil 508 contagios confirmados y 188 mil 886 muertos. Un cataclismo, vaya.

La frialdad de Biden con su socio del sur en el T-MEC no tiene origen solamente en la decisión del mandatario mexicano, de ir a hacer campaña por Trump en el momento más importante del proceso electoral.

Porque hasta dio chance de olvidarlo, al pedir a México y Canadá (como socios del T-MEC y vecinos) que fueran sus presidentes los primeros en felicitarlo después que la TV estadunidense lo declarara vencedor. Trudeau aceptó. El de aquí, no.

Más todavía, después el presidente mexicano se negó a condenar a los vándalos que provocaron destrozos de mobiliario y muertes de policías en el Capitolio, para protestar contra el triunfo electoral de Biden y exigir que se diera a Trump por ganador.

Ahora, el presidente de México hace una fiesta porque Biden le mostró por zoom una pulsera de la Virgen de Guadalupe. Pero eso, aunque es un gesto lindo con los católicos mexicanos, en política es puro atole con el dedo.

Lo que necesita México de Biden son vacunas. 

Pulseras le sobran.

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