Rubén Cortés.
Gobernar México como se manda una ranchería provoca que el país retrase el reloj de la historia 40 años, y se instale en la pesadilla latinoamericana: el mando civil en un solo hombre, y los medios de producción y la gestión del dinero en manos del Ejército.
Por decisión personal del presidente, el Ejército se quedará con las ganancias del aeropuerto civil que construye en Santa Lucía: casas de cambio, comercios al por menor que no aplican impuestos ni tasas locales o nacionales, baños…
—Serán civiles los que administren el aeropuerto, y los gananciales del proyecto son para la Secretaría de la Defensa Nacional.- Explica el militar encargado de la obra, en entrevista con Carlos Marín en TV Milenio.
–¿Los qué?
—Las ganancias.
—Las ganancias.
—Exactamente
—Ah, chihuahua, si la Secretaría de la Defensa Nacional no es la dueña del aeropuerto. Ahorita maneja un presupuesto que es de todos los mexicanos.
—Pero, bueno, esa es una directiva presidencial, que las ganancias del aeropuerto sean para la Secretaría de Defensa Nacional, previo pago de mantenimiento y demás insumos.
Para dar Santa Lucía al Ejército, el presidente canceló el aeropuerto donde ya inversionistas particulares habían gastado más de 100 mil millones de pesos. En el de Texcoco ganaban salario obreros. En Santa Lucía no hay obreros, hay soldados. ¿Primero los pobres?
El anuncio de la cancelación del aeropuerto de Texcoco, costó en la Bolsa al Estado mexicano 830 mil millones, que paga con el dinero de quienes pagan impuestos, y costará de por vida a quienes que viajen en avión.
A la clase media trabajadora, pues. Porque la mitad de los 120 mil millones de pesos paga el gobierno en indemnizaciones por la cancelación, se completará con el cargo que hará el Ejército a todos los pasajeros por usar su aeropuerto.
No se puede olvidar la manera en que este gobierno canceló un aeropuerto que no costaba nada a pobres, medios ni a ricos, porque lo pagaban empresarios privados que, por ciento, eran mexicanos en su inmensa mayoría. Para dárselo al Ejército.
Fue con un método básicamente castrochavista:
Con una consulta que excluyó al Instituto Nacional Electoral y que consultó sólo a un millón 59 mil de los 87 millones 244 mil integrantes del padrón electoral del país. Las casillas las instaló Morena, los votos los contó Morena, los resultados los dio Morena.
La mayor obra de infraestructura del primer cuarto de siglo 21 en México fue decidida por el 0.1 por ciento de los mexicanos. Lo peor es que después el presidente de la dio en usufructo al Ejército, pero ya sin consultar a nadie.
Así es el Socialismo del Siglo 21.