Francisco Garfias.
Mensajes como María Luiselli, usuaria de twitter, se multiplican en redes sociales:
“La mamá de una amiga necesita Metotrexato 2.5 mg para controlar y manejar los dolores de la artritis reumatoide. Desde hace tres semanas no lo consigue…”
O como este otro de @LdaCantinas: “antes, cuando robaban, sí había medicamentos. Ahora que hay austeridad y todos son honestos, no hay medicamentos…”
No es exageración decir que estamos al borde de una crisis humanitaria. La queja sobre desabasto es real. No hay suficientes medicinas y no todo es culpa del Covid.
El gobierno federal ha cometido errores que han derivado en grave desabasto. Ha comprado poco, mal y tarde.
Eliminó a los distribuidores con el argumento de que eran corruptos, sin tener un Plan B. Puso al Ejército al frente de una tarea que no conoce, ni puede realizar.
Desapareció el Seguro Popular que quitaba presión al sistema de salud y permitía a los estados adquirir medicinas directamente.
Le quitó la compra de medicamentos al IMSS, que tenía experiencia de 15 años en el tema, y puso al frente a la Secretaría de Hacienda. El resultado allí está.
Luego nos informaron que para eliminar la corrupción alrededor de las compras, la UNOPS (Oficina de las Naciones Unidas para Servicios de Proyectos) se encargaría de hacerlas.
Pero la adquisición de medicamentos y material de curación de abasto prioritario presenta hoy un “importante retraso”, según el Instituto de Investigación e Innovación Farmacéutica (INEFAM).
Algo que leímos en ese reporte del INEFAM, consultoría que da servicio a la industria farmacéutica, nos sorprendió:
Peña Nieto dejó comprados 49 mil millones de pesos en medicamentos. Los almacenes estaban llenos de medicinas cuando se fue. Cubrieron, sin problema, el abasto para el 2019.
Vuelta para atrás. Raquel Buenrostro, la hoy famosa dama de hierro del fisco mexicano, otrora oficial mayor de Hacienda, anunció una licitación que se hizo a mitad de ese año.
Lo licitado no llegó ni a los 5 mil 600 millones de pesos. Poco mas del 10 por ciento de los 49 mil millones de pesos que les dejó Peña, según ese reporte.
“Salieron a festejar que habían bajado los precios. Bajaron porque compraron saldos de lo que no vendieron las farmacéuticas”, precisó una fuente de la industria, que pidió el anonimato.
El fallo de las compras para el 2020 se dio hasta diciembre del 2019. Tres o cuatro meses más tarde de lo usual. Sólo compraron 13 mil 498 millones de pesos (23 por ciento de lo que se necesitaba para ese año).
Hoy estamos peor. Apenas va la licitación para el 2021. Las medicinas llegarán hasta el mes de mayo próximo.
Una conclusión en la que coinciden las fuentes consultadas por el reportero es que a medida que baje la pandemia, que sólo ocupa 80 claves (medicamentos) la demanda de medicinas para otras enfermedades va a crecer en forma exponencial.
Todo un reto para el gobierno. El 80 por ciento de los enfermos se atienden en clínicas y hospitales públicos. Sólo el 20 por ciento en el sector privado.
La crisis en el sistema público de salud obliga a un porcentaje de pacientes con capacidad económica a cubrir el costo de la atención privada, con las consecuencias para los bolsillos de esas familias mexicanas.
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El sistema de compras de medicamentos era copia, antes de la 4T, del modelo de las economías desarrolladas. Se hacía a través de distribuidores.
La licitación para el año siguiente comenzaba entre los meses de marzo abril, máximo mayo. Era la suma de la demanda que tenían todas las instituciones.
Eso permitía lanzar una licitación a finales de junio, principios de julio. Tenías un ganador a más tardar a principios de octubre. Los últimos tres meses del año producían y en enero entregaban los medicamentos.
En México no hay más de siete distribuidores de buen nivel. Si te vas a Estados Unidos hay tres, Italia tiene siete, España cinco, Alemania cuatro.
El distribuidor permitía al gobierno hacer varias cosas:
1.- Consolidaba la demanda de laboratorios pequeños. No cualquiera puede hacer frente a la demanda del gobierno.
2.- Ofrecía la logística al gobierno mexicano, que no tiene infraestructura para movilizar la cantidad de medicamentos que se necesitan.
3.- Consolidaban la carga y podían hacer frente al almacenaje. El gobierno no tiene almacenes, ni transporte, ni logística.
Al haber eliminado los distribuidores –más allá de los “actos de corrupción” que nunca demostró-, se convirtió en más burocracia y menos sana distribución.
El sentir en la industria farmacéutica lo resumió una de las fuentes consultadas, al recordar que AMLO prometió un sistema de salud como el de Dinamarca: “Me siento más cerca de Caracas que de Copenhague”.
FIN.