Carlos Arturo Baños Lemoine.
México está viviendo una emergencia nacional sin precedentes. En once meses, la pandemia de COVID-19 ha acabado con la vida de 147 mil 614 mexicanos. Al menos son las muertes oficialmente registradas, pero podemos presumir un subregistro dada la incompetencia y la corrupción gubernamentales. El COVID-19 está resultado peor que el crimen organizado, que ya es decir demasiado: más letal, más cabrón, más angustiante.
Lo peor de todo es que, ante esta emergencia nacional, tenemos un gobierno mediocre e inepto en grado extremo: el gobierno de Andrés Manuel López Obrador que, sin visión alguna de Estado, se la pasa todos los días luchando contra sus traumas del pasado, que son muchos. López Obrador es una bestia que respira por la herida, no un gobernante y menos un estadista. Por eso, la pandemia sigue avanzado a todo galope.
Tenemos al peor Presidente en uno de los peores momentos de nuestra historia nacional. México necesita una política integral para combatir al COVID-19; una política que, para empezar, aglutine y coordine a los tres sectores de la sociedad (público, privado y social), a los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), a los tres Poderes de la Unión (ejecutivo, legislativo y judicial) y a todos los partidos políticos. Se necesita un amplio poder de convocatoria para esto; poder que no tiene Andrés Manuel López Obrador.
La actual emergencia sanitaria nacional requiere un gobierno de unidad nacional. Pero nosotros, por infortunio, tenemos un Presidente inepto y divisionista.
Para colmo de males, dado el ánimo autoritario, verticalista y centralista de AMLO, su gobierno no ha sido capaz de coordinarse ni a sí mismo: ni entre ellos se entienden.
Todavía recordamos cuando, el 18 de diciembre de 2020, el inútil Subsecretario Hugo López-Gatell sostuvo que el proceso de vacunación dependería totalmente del Ejecutivo Federal: vacunas para todos y gratuitas desde la Presidencia de la República. Pero su mismo jefe, López Obrador, le cambió la plana: el 28 de diciembre abrió la posibilidad de que las empresas privadas comercializaran las vacunas contra el COVID-19.
Y el ridículo se repitió cuando el 22 de enero de 2021, tras la presión de los gobernadores pero sobre todo de la cruda realidad, el mismo López Obrador aprobó la idea de que éstos pudieran adquirir y aplicar las vacunas en sus respectivas entidades, justo cuando un día antes el inútil Hugo López-Gatell había rechazado tajantemente la participación de los gobernadores.
Si López Obrador y López-Gatell no se pueden poner de acuerdo entre ellos, que son sólo dos personas y se ven a diario, imaginémonos la dimensión del caos que impera dentro del (des)gobierno de la “Cuarta Transtornación Mental”.
Para acabar, recordemos que la ineptitud es una de las formas de la corrupción.
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Esta videocolumna de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.