José C. Serrano.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) le lanzó una bola ensalivada, al estilo de Fernando El Toro Valenzuela, al fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, la pelota llevaba un mensaje urgente, en el sentido de que le diera prisa a los casos que tenía pendientes desde hace varios meses: Lozoya Austin y asociados, entre otros. Pero la esférica, casi al final de su trayectoria, hizo una curva y cayó en el expediente del general en retiro Salvador Cienfuegos Zepeda.
Y más rápido que, inmediatamente, el fiscal aguzó el oído, para atender la voz del amo. Salió a declarar a los medios de información la exoneración del más conspicuo miembro de la élite castrense, sin considerar que su retórica leguleya constituye el peor golpe a la lucha contra la corrupción y la impunidad y, confirma la creciente y muy peligrosa preponderancia del poder militar en México. En nada ayuda al análisis realista de esta vergonzosa capitulación el solamente pretender la atribución de responsabilidades a un personaje políticamente subordinado, como lo es Gertz Manero.
Aunque sus funciones teóricamente son autónomas, en este caso que es de máxima importancia, el fiscal decide abdicar a su tarea justiciera a cambio de seguir lucrando en el cargo en el que fue puesto y políticamente impuesto por el poder de la llamada Cuarta Transformación, con duración transexenal. El longevo personaje es un político de trapacerías que, siempre ha estado dispuesto a obedecer las instrucciones de quienes lo han colocado en diferentes puestos.
Gertz Manero cometió un imperdonable error, al asignar la investigación del caso Cienfuegos a la impresentable Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), instancia que no sabe investigar que, muchos casos los “resuelve” bajo las premisas del método del chivatazo y la técnica motivacional de la tortura. La SEIDO recibió el expediente que envió la Agencia del Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos. Los cuasi iletrados agentes del Ministerio Público de la Federación, hicieron una lectura a vuelo de pájaro y garabatearon, y entregaron sus reportes a sus jefes inmediatos y, sin corregir una coma, los entregaron al añoso fiscal.
Estos aprendices ganapanes echaron a la basura las pruebas que la DEA reunió durante siete años. Sería iluso esperar un trabajo serio de parte de quienes han tenido a su cargo, durante años y décadas, la “investigación” de casos de secuestro, ejecución extrajudicial y desaparición de víctimas de la delincuencia organizada. Las averiguaciones previas o, carpetas de investigación, como se les llama en estos tiempos, acumulan gran cantidad de oficios con los que los servidores públicos justifican su “trabajo”, pero quien los consulta se da cuenta de la ausencia de líneas de investigación y, si de chiripa las visualiza, confirmará que ninguna llega a su término y, por ende, no hay resultados.
En el caso Cienfuegos, las autoridades estadounidenses no cejarán en su propósito de almacenarlo en alguno de sus penales de máxima seguridad. Trump ya se va y, entre Biden y AMLO no hay química.