Alejandro Zapata.
El 2021 es un año crucial, precedido por una fuerte polarización que se verá incrementada por el periodo electoral. La parte oficial compuesta por Morena y sus aliados, comandados por el Titular del Poder Ejecutivo, como la oposición en su conjunto están conscientes de lo que significa obtener la mayoría en la Cámara de Diputados.
El discurso permanente del Presidente López Obrador, en contra de los excesos del pasado no solo ha llegado a impactar la conciencia colectiva de los ciudadanos, pues sin duda, existen hechos notables que han dejado profunda huella y fuertes agravios en el sentir de la comunidad, máxime los grandes contrastes que existen en el país y las hondas desigualdades donde solamente unos cuantos eran privilegiados.
Así construye la campaña electoral apelando a la conciencia histórica para descalificar a los oponentes, mientras avanza en sus afanes de construir un modelo fincado en el presidencialismo, concentrando un poder inusitado, al que ha llamado la cuarta transformación, inclusive arrogándose facultades metaconstitucionales, justificando, evadiendo y hasta solapando los actos de corrupción en su administración, lo que implica una doble cara.
La realidad indica que un retorno al pasado es inviable, como inconcebible resulta en aras de edificar un sistema democrático, el continuar caminando hacia una etapa dictatorial, ya que ambas posturas limitan las libertades e impiden el desarrollo.
Cabe añadir, que en materia de resultados la actual administración es deficiente y sale debiendo, la agenda de este año será en materia de salud, especialmente con el proceso de aplicación de la vacuna, que se prevé sumamente complicado, la incapacidad del sistema sanitario y su utilización para fines electorales son patentes.
Sin dejar de advertir, que el mensaje presidencial es eficaz y sigue permeando entre sus simpatizantes, beneficiados además a través de los programas sociales, lo que le permite contar con un segmento social importante, alimentado con el rencor histórico acumulado desde las mañaneras provocando la lucha de clases: pobres contra ricos; chairos contra fifís; liberales contra conservadores.
Ante tal panorama, la oposición decide unirse y formar un frente común, esa alianza multipartidista atípica, se percibe como un movimiento político y social, para contrarrestar las tendencias autoritarias, hacer contrapeso y proponer estrategias de contención.
El escenario se torna impredecible, las luchas intestinas en los Partidos Políticos sin excepción hacen mella en la ciudadanía, que se encuentra harta y decepcionada de las instituciones políticas, esperan señales claras, propuestas viables y mensajes articulados; liderazgos creíbles, con capacidad de llegar a despertar las conciencias.
Así, el reto consiste en aceptar los errores del pasado que todo mundo los conoce, fuimos corresponsables por acción u omisión, incluyendo al actual presidente que era parte importante de la clase política, también resaltando los aciertos que hubo y muchos: un proceso de reflexión y autocrítica, sin descartar y evidenciando el lastre de la corrupción persistente en este gobierno.
La necesaria e indispensable construcción del Estado de Derecho, que contemple la justicia social, que tanta falta hace en el país, sin mermar las libertades y fortaleciendo los derechos humanos, un Estado de bienestar con piso parejo, es un desafío pendiente que ha sido abandonado y olvidado por la actual administración, corresponde a la oposición retomar la bandera y luchar por esas causas.
