Andrés Piña.
Cuando hablamos de política, lo primero que debemos tomar en cuenta es que nos ubicamos dentro del marco de la «polis», o sea, de una comunidad cuyos miembros colaboran para alcanzar bienes biológicos, socioeconómicos y culturales, de modo que cada uno pueda realizarse como ser humano, cada vez con mayor plenitud. En la Política de Aristóteles, el estagirita menciona que es precisamente la «polis» el ambiente propicio para que el ser humano alcance todas sus aspiraciones y sea alguien virtuoso, pues dentro de esa comunidad existen un sinfín de ambientes culturales en los que cada persona puede descubrir su propia identidad.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el mismo ser humano ha ido descubriendo que cada persona existe con una autonomía que le da un valor único, porque es capaz de realizar actividades materiales e inmateriales que explotan su creatividad y favorecen al desarrollo de su comunidad. La dignidad humana, por lo tanto, tiene que ver con el hecho de que cada naturaleza humana (persona) pueda ser reconocida y tenga las mismas oportunidades de transformar el mundo, no solo para su propio beneficio, sino para beneficio de la misma «polis». Y como es preciso reconocer esa dignidad en cada individuo humano, es necesario asimismo saber que cada persona tiene derecho a satisfacer sus necesidades elementales de subsistencia: la alimentación, la vestimenta, una vivienda digna, etc.
La ley natural
Tanto la dignidad humana, como el hecho de atender las necesidades básicas del ser humano, son principios inseparables para que toda persona tenga la oportunidad de realizarse con plena satisfacción. Pensadores como Tomás de Aquino, y desde antes, Marco Tulio Cicerón, nos han dejado ver no desde un punto de vista religioso sino racional, que nuestras necesidades básicas son una especie ley inscrita en nuestra constitución física y psicológica, la cual, debemos respetar de querer subsistir. A esta ley se le conoce como «ley natural», y el hecho de reconocerla en cada ser humano nos debe mover a querer la realización plena de toda persona, sin importar su origen, edad, cultura, etc. Ahora bien, con este reconocimiento de la ley natural y la necesidad de respetarla surge la doctrina del «derecho natural».
Del «iusnaturalismo» al «iuspositivismo» y la idea de «lo conservador»
El afirmar que existe un derecho natural es, pues, afirmar que la Ley no comienza con una serie de iniciativas procedentes de los caprichos de los miembros de una cámara o congreso, sino en la constitución ontológica de todo ser humano (iusnaturalismo). En este sentido, toda ley debe ser propuesta bajo los criterios de la misma naturaleza humana, la cual posee valores permanentes e inamovibles. Ahora bien, la idea de «lo conservador» se genera sobre todo desde esta consideración. Aunque hoy podemos apreciar que existen muchas expresiones del conservadurismo, tales como el conservadurismo liberal, el conservadurismo libertario, o el liberalismo conservador; es preciso saber que todas ellas defienden que en el ser humano existen valores naturales que deben ser respetados, de manera que toda legislación (iuspositivismo) debe realizarse a partir de dichos valores permanentes. Existe hoy mucha gente que simplemente asume la postura conservadora como un conjunto de ideologías que se resisten al cambio sin más, sin comprender a fondo los motivos por los que se manifiesta esa especie de resistencia. Y esos motivos tienen que ver con lo que Thomas Reid y Alvin Plantinga denominarían quizá como un asunto de «sentido común», mediante el cual reconocemos que es necesario realizar el bien propio y procurar el bien común, y, por lo tanto, evitar el mal. Es este sentido común el que de algún modo nos ha conducido a nuestra subsistencia como especie.
Contrariamente a lo anterior, con dificultad nos damos cuenta de que gran parte del sector neoliberal surgió sin oponer resistencia a los cambios radicales, justificándose en negar conceptos tan fundamentales como la misma naturaleza, de modo que en el hombre hubiera una “libertad absoluta” para autoconfigurarse y así alcanzar su propia “plenitud”. Esto hemos visto que solo ha generado cambios caóticos en el modo de organización de las comunidades, porque se eliminan los principios naturales que a los ojos de la mayoría son evidentes.
El fundamento religioso y específicamente cristiano de «lo conservador»
Lo expresado hasta ahora no ha tenido más que la pretensión de ofrecer argumentos lógicos y de carácter racional, apoyándonos en la idea de que poseemos una naturaleza evidente que debe ser respetada y respaldada por el derecho positivo para garantizar el bien común. Sin embargo, es obvio que la religión ha sido un fenómeno antropológico capaz de respaldar con éxito esta concepción de la existencia humana y, consecuentemente, estar en sintonía con el pensamiento conservador. De modo concreto, así lo ha hecho el cristianismo. La noción judeocristiana de la persona humana le dio un giro completamente nuevo a la noción grecorromana expresada principalmente por la definición de persona que nos ofrece Severino Boecio: “rationalis naturae individua substantia” (substancia individual de naturaleza racional).
Aportando todavía más al hecho de que la persona humana es un individuo racional, el pensamiento cristiano nos deja ver que la persona humana se manifiesta en el mundo como imagen y semejanza de Dios, es decir, como imagen y semejanza del Absoluto. Esto sin duda es una aseveración muy fuerte, que coloca a la persona con una dignidad invaluable, misma que no se puede comprar ni comercializar de ningún modo posible. Y no solo eso, pues el cristianismo no solamente echa mano de la concepción judía de la persona, en la que no se le puede dar más valor al aspecto material del hombre que al inmaterial, ni viceversa; sino que además toma el ejemplo de Jesucristo como una personalidad incluyente y universal, que manifestó con sus acciones el reconocimiento del valor sagrado de todo ser humano, por medio de la donación de sí mismo y la caridad.
Por eso, no es de extrañarse que el sector conservador ha podido encontrar perfecta comunión con el pensamiento social cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia Católica, pues en ellos ha encontrado un valor agregado a la naturaleza humana, que ya es por sí misma de un peso racional valioso. Por lo tanto, podemos concluir que «lo conservador» busca mostrar aquellos derechos que por sí mismos son defendibles al manifestarse en la naturaleza humana. Ya el hecho de que estos derechos se vean cuestionados se vuelve riesgoso, pues debieran ser evidentes, pero la religión cristiana también ha favorecido al compromiso por defender el reconocimiento de los mismos, pues ya no solo les otorga el calificativo de naturales, sino que les agrega un carácter de sacralidad por el que pueden ser defendidos con mayor brío por quienes son creyentes, garantizando así su permanencia.