Diciembre aciago, con semáforo gris

Marissa Rivera

Marissa Rivera.

A las 11 de la mañana, en el hospital, a Laura le pusieron un teléfono enfrente. Estaba animada, su voz, daba confianza a sus tres hijos, atentos a la llamada. “No se preocupen, mañana ya voy a estar bien, nos vemos en la casa”. La enfermera, insistió, dígales algo más. Laura respondió, “los amo, mañana los veo”. 

La llamada fue interrumpida por su hija “¿mamá, quieres que te intuben?”. Laura respondió: “me dijo la doctora que no ayuda mucho. No me quiero intubar, mañana voy a estar bien”. Pero al final, cedió: “está bien que me intuben”. 

Seis horas después, les avisaron que Laura había muerto. 

Uno de sus hijos, positivo a covid, jamás se enteró de la partida, pero lo intuyó y 10 días después la alcanzó.  

No era momento para morirse, 75 y 55 años, pero así lo quiso el destino y ese mortal bicho.  

En unas horas será Nochebuena, luego Navidad y vendrá un año nuevo. Se terminó un ciclo, que jamás olvidaremos. En un santiamén nos cambió la vida. Miles se fueron. Seres queridos que ya no están con nosotros. Y que hoy tenemos que ver sus espacios vacíos en la mesa, en la casa, en la vida.  

Fechas de unidad, de reuniones familiares, de amigos, de reconciliación, de reencuentros, de festejos, de compartir y agradecer. Nada será igual.  

El virus nos pegó a todos. Algunos lo padecimos, otros no la libraron, pero los demás, los que están a nuestro alrededor lo sufrieron.  

Ese diminuto, pero mortal bicho nos sacudió. Nos invadió de desgracias, en la vida, en la familia, en la salud, en el trabajo, en nuestros bolsillos, en nuestra cabeza, en todo. 

Este texto, está escrito por un corazón destrozado. Aún lloro en silencio la ausencia de gente que amé, amigos, gente cercana, que no pudieron contra ese virus. 

Pero aquí estoy, de pie, celebrando que estoy viva, luego de haberme contagiado junto con mi esposo y mi hija. Una dicotomía, difícil de explicar. Aún en duelo, la vida sigue y más nos vale, porque todavía falta mucho, lo más duro de la pandemia, está por venir, según especialistas.  

El 10 de julio, cuando Laura murió, iban 33 mil 526 muertos y 330 mil 896 contagiados. Ayer se rompió un récord más. En un día se contagiaron, 12 mil 511 personas y han muerto, casi 120 mil. 

Cinco meses después las cifras crecieron de manera exponencial. Y seguimos sin entender.  

Cuanta impotencia genera, saber que, incluso con el pretexto del “agotamiento por el encierro”, se hayan relajado las medidas. La pandemia nos desnudó y mostró nuestra peor faceta como sociedad.  

Coincido con mi amigo Fernando Coca, que en su reciente artículo “El año que perdí la esperanza”, comentó que no hemos aprendido la lección: “a flor de piel están no solo los sentimientos, sino las frustraciones de que no hay remedio para nuestra mezquina humanidad”. 

Yo también he perdido la esperanza. Son tiempos aciagos, estamos cansados y parece que ya no nos sorprenden esas imágenes que ya vivimos y que han regresado para golpearnos con la realidad. Largas filas en los crematorios para incinerar a un ser querido. Muertos y más muertos en casa porque no hay camas disponibles o por miedo de ir a un hospital. 

Creer las versiones oficiales de que estábamos saliendo de la crisis sanitaria, solo ha causado confusión en una sociedad “irresponsable”, igual que las autoridades encargadas de la emergencia sanitaria.   

Somos millones de familias a las que la pandemia y el manejo que le han dado, nos ha dejado dolor, cicatrices, enojo y desesperanza. Muchos no debieron haber muerto.  

La estrategia de Hugo López-Gatell para enfrentar la pandemia ha sido tan letal como el Covid-19. Miles se hubieran salvado si no se hubiera recomendado a los enfermos ir al hospital solo si no podían respirar. Porque cuando no podían respirar ya no pudieron llegar.    

Este miércoles llegan las primeras vacunas para comenzar con la inmunización de los trabajadores de la salud. El camino para el proceso de vacunación no se ve muy claro. No lancemos, antes de tiempo, las campanas al vuelo. No es lo mismo tener la vacuna, que la vacunación. 

Ojalá el año venidero nos traiga luz. 

Buen viaje, Laura, buen viaje querida suegra. 

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