Rubén Cortés.
Al igual que Venezuela, Nicaragua y Cuba, el gobierno mexicano ha militarizado la administración pública: en Cuba el Ejército maneja remesas y turismo; en Nicaragua agricultura, construcción, los súper; en México opera y administra el Tren Maya, aeropuertos…
El gobierno mexicano no acaba aún de barrer bajo la alfombra la fallida detención en Estados Unidos por presuntos vínculos con el narco del general Cienfuegos, y ya anunció otro paso en la militarización de su gestión.
Consumada en la seguridad interior y en la infiltración de los militares en las instituciones civiles (bancos, construcción, salud, aduanas…), ahora el presidente encarga al Ejército el Tren Maya y tres aeropuertos en el Sureste.
Las Fuerzas Armadas crearán una empresa del Estado para operar y administrar tres tramos del Tren Maya, los aeropuertos de Tulum, Chetumal y Palenque, así como el de Santa Lucía, del cual se encargan hace dos años.
Aunque la decisión presidencial de invadir el ámbito de la administración civil con las fuerzas armadas es coincidente con el aprecio de los mexicanos por sus soldados. La más reciente encuesta de Mitofsky coloca al Ejército como la institución más querida y respetada.
Sin embargo, en América Latina nunca acabó bien ningún experimento como el que hace hoy el gobierno mexicano de dar al Ejército entrada en la gestión civil, pues el monopolio de la fuerza provoca que el Ejército acabe capturando el poder político.
Ocurrió en la Venezuela actual. El chavismo lo introdujo en el entorno civil, y ya controla la presidencia, la seguridad, programas sociales, salud, aeropuertos… y está acusado por la ONU de “crímenes de lesa humanidad”.
Igual sucedió en Cuba, donde las Fuerzas Armadas construyeron, solamente en los últimos tres años, 60 nuevos hoteles de lujo a un costo de dos mil 378 millones de dólares, lo cual les da el monopolio del turismo como principal fuente de ingresos del país.
Y en Nicaragua, el temido Instituto de Previsión Social Militar del dictador Daniel Ortega controla las finanzas, los bancos, el campo, hoteles, los desarrollos inmobiliarios, supermercados, las empresas de seguros y hasta las ferreterías.
El raudo avance del Ejército en la vida civil en México va por el mismo camino de Venezuela, Nicaragua y Cuba, pues a ello se une la acelerada socialización de los medios de producción, que está estatizando la economía y anulando a la inversión privada.
Lo llamativo es que fue el actual grupo político en el poder el que más luchó desde la oposición para excluir al Ejército de la vida civil y hasta lo acusó de participar en la desaparición de los 43 normalistas en Iguala.
Pero hoy lo tiene conduciendo pipas de gasolina, dirigiendo hospitales y hasta trasladando dinero.