Rubén Cortés.
El presidente ganó las elecciones de 2018 porque entendió que es un político normal, que no piensa mucho más allá de la próxima elección. Ganó porque usó a quien pudo, desde Gordillo hasta Urzúa, pasando por Romo o Germán Martínez.
En un texto excelente, Jorge Suárez-Vélez escribe:
“La gran pregunta es quién está usando a quién. ¿Toleran a un Presidente conservador y mocho porque lo ven como “tonto útil”, como el vehículo necesario para acceder al poder? ¿O es AMLO quien le da atole con el dedo a esa izquierda dogmática que se atoró en la Guerra Fría, para él perpetuarse en el poder apoyado por esa militancia?”
Es el presidente quien los usa a todos. Un hombre de poder, desideologizado, sin más programa que el de conservar el poder, agarrándose de cualquier brocha, improvisando sobre las rodillas, resolviendo el día a día.
Ese toque de pragmatismo le faltó en 2006 y 2012, porque tuvo escrúpulos para no tragarse cualquier sapo. Entonces lo buscaron muchos, pero los despreció. Gordillo admite que en 2006 la rechazó. Sin embargo, en 2018 la usó sin reservas.
En 2006, con 10 puntos de ventaja en las encuestas, le respondió a quienes le sugerían reunirse con Gordillo, que si se reunía con ésta habrían sido los cinco minutos más caros de la historia, pues le costarían cinco puntos del PIB.
En 2018 negoció con las 11 mil vírgenes para poder ganar. “Bienvenidos todos, la patria es primero”, prometió. Entró al juego sabido de que en México ningún candidato llega a ser presidente sin la anuencia del presidente de turno.
Siguió la máxima de uno de los políticos que más alaba en público: Fidel Castro, quien cuando se aprestaba a tomar el poder pidió a sus seguidores: “Aceptemos a todos, por ahora. Habrá tiempo de sobra para aplastar a todas las cucarachas juntas”.
Y de Chávez, a quien, como candidato presidencial, el director del diario El Nacional, Henrique Otero, le abrió sus páginas. Y la entonces esposa de Otero y dueña del Ateneo de Caracas, le cedió éste para sus discursos. Al llegar al poder, Chávez aplastó a ambos.
No: aquí nadie usa al presidente como como vehículo para acceder al poder. Es el presidente quien los usa a todos: a Romo para engañar a los empresarios, Urzúa para dar certidumbre a los organismos financieros… hasta que llega el tiempo de aplastarlos.
Es el mejor ejemplo de algunas características que definió Ortega y Gasset como inherentes a su tesis del “político excepcional”:
1.- Inquietud constante
2.- Talento para el engaño
4.- Personalidad camaleónica
5.- Ausencia de refinamiento en las ideas
6.- Ser un histrión excelente.
A un gobernante así nadie lo usa.
Él es quien usa.