Carlos Arturo Baños Lemoine.
Como siempre, pesó más la razón que la religión. Una vez más ha quedado demostrado que, a la hora de encontrar soluciones para los males que aquejan al mundo, los razonamientos científicos son más eficaces y efectivos que los rezos.
Después de un año de esfuerzos por parte de la comunidad científica mundial, ahora la humanidad ya cuenta con las primeras vacunas contra el COVID-19, el bicho que ha traído en jaque a toda la especie humana.
Hemos vivido un año terrible; un año de seres humanos embozados, recluidos, temerosos, deprimidos y desesperados. Un año de empleos perdidos, de empresas cerradas, de gobernantes estúpidos, de burócratas zalameros, de estériles llamados a la cordura, de declaraciones ridículas, de miedos profundos y de incertidumbres prolongadas.
Un año que está cediendo ante la efectividad de varias vacunas contra el COVID-19; vacunas que han sido el producto de miles de horas de investigación científica, sólo eso: miles de horas de investigación científica. No de rezos, no de oraciones, no de plegarias.
Porque los rezos, las oraciones y las plegarias de nada sirven. Corrijo: sólo sirven para causarles tibios y pasajeros estados de confort mental a los creyentes. Los rezos tienen un efecto dentro de las mentes, no fuera de éstas. La realidad no cambia: el creyente sólo se realiza un “auto-lavado de cerebro” para pensar que la realidad cambia, pero no es así. La realidad no cambia sólo porque la gente rece.
La crisis del COVID-19 sirvió para demostrar, una vez más, que el único conocimiento válido para comprender y para transformar la realidad es la CIENCIA, porque la ciencia saca a la luz las relaciones causales que subyacen a la realidad para que la humanidad se beneficie de esto.
Y sí, como bien dijo el extraordinario Carl Sagan, la ciencia a veces avanza muy lentamente, con muchas dificultades y dejando en el camino muchas horas de sudoroso y desgastante esfuerzo, pero no por esto deja de ser la única forma de conocimiento válida y útil para todos los seres humanos.
Por eso resulta lastimoso constatar que muchos pueblos, como el pueblo de México, siguen hundidos en las penumbras de la mentalidad cavernícola: creyendo en fantasmagorías, ante las cuales sacrifica su capacidad de raciocinio.
¡Qué gran paradoja! Lo que más nos distingue dentro de la línea evolutiva es el desarrollo de nuestro cerebro… ¡que es justo lo que la humanidad suele sacrificar en los funestos altares de la religión!
Millones de mexicanos sigue comportándose como los hombres de las cavernas: mostrando miedo ante las fuerzas desconocidas de la naturaleza, y pensando que un espíritu los protege ante tales fuerzas si lleva a cabo los rituales idóneos.
El origen de la religión: miedo e ignorancia. Completemos la idea: miedo, ignorancia y esperanza de que las cosas pueden ser mejores.
¿Cuánto avanzaría civilizatoriamente el pueblo de México si dedicara al cultivo de la razón todas las horas que desperdicia en rezos, plegarias, peregrinaciones, oraciones, actos de culto, cánticos, procesiones, fiestas patronales, etc.?
Pero tenemos muchas mentes perezosas, de ésas que prefieren pensar que los problemas de la realidad se solucionan con oraciones y amuletos. El cultivo de la inteligencia requiere de muchas horas y de mucho esfuerzo… ¡Bah, mejor nos echamos un Padre Nuestro y listo!
No, no y no… Que nos quede muy claro que rezando no accedimos a las vacunas que nos permitirán contener la amenaza del COVID-19. Fue a través del método científico que llegamos al conocimiento necesario para defendernos de ese bicho mortal.
Ningún Dios “nos hizo el milagro”, ningún santo “nos hizo el milagro”, ninguna virgencita “nos hizo el milagro”…
“¿Que no estoy yo aquí, que soy tu madre?”, dicen que dijo la Virgen que hoy festejan los guadalupanos.
¿Muy amorosa y muy compasiva? ¿De veras siempre dispuesta a ayudar a sus “pobres hijos dolientes”? ¿Entonces por qué no nos mandó la fórmula de las vacunas contra el COVID-19 desde diciembre del 2019? ¡Bah, el “milagro” no llegó!
Nos quedamos esperando el capítulo de La Rosa de Guadalupe intitulado “La Vacuna Guadalupana” o algo así.
¿Se han dado cuenta, mis amables lectores, de que las “entidades divinas” siempre se van de vacaciones cuando de veras se las necesita? ¡Vaya “divinidades”!
CIENCIA, mucha CIENCIA, es lo que de veras necesita México.
Está bien, está bien, no me llamen “cruel y desalmado”. Sólo por hoy les diré que hay algo bueno que veo en la religión: que es un sucedáneo de los cursos de “auto-ayuda y superación personal”.
¡Pobre mundo! ¡Pobre mundo!
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Este artículo de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.