Carlos J. Pérez García.
Nos damos cuenta de que unos se van y otros llegan, aunque ahora sólo se toca un puesto del Gabinete federal y no de los principales. Hace tiempo ya se admitía que este gobierno requiere funcionarios con 90% de honestidad o lealtad y 10% de capacidad o experiencia, lo cual generaba burlas… Hoy nos sacude en la realidad.
Y de ninguna manera es porque no interese la honestidad, sino que se da por descontada (sin ella, no habría nombramiento), o la lealtad —más que la amistad— a ser comprobada cada día (si uno falla, se va a su casa). Pero, ojo, cualquier designación no debería proceder sin una evidente capacidad (rumbo al 100%, pues más de esto no tiene por qué significar menos de aquello).
Aparte de un caso técnico de Marina en los puertos y dos propuestas lógicas para el Banco de México y el INEGI (aun con el riesgo de que, al ser colonizados, se vuelvan menos independientes), lo extraño salta en la Tesorería de la Federación (¡una socióloga académica e ideológica!) y la Secretaría de Economía con Tatiana Clouthier, que tampoco cumple el perfil. En estos casos, aceptar el cargo es corrupción.
Frente al morbo o la curiosidad no se ofrecen expectativas de rectificación o mejora ni aquí ni en general, sino que se confirman las ya obvias tendencias al desastre. Sin profesionalismo ni experiencia relevante es muy difícil que ahora se aporte mucho en estas áreas: digamos, que en la crucial reactivación empresarial se consiga lo que no logró el frustrado empresario Alfonso Romo.
No es cuestión de que alguien nos caiga mal, además de que a otros les cae bastante bien. Tal vez haya que controlar o canalizar nuestros sentimientos… a fin de presionar y apoyar que se consiga aumentar la inversión privada y frenar ya el ruinoso colapso económico, con su explosión de desempleo y pobreza.
Igual ¿que mejore la suerte o la Patrona que se festeja hoy nos ayude para que el año próximo sea mejor? Sí, éste ya lo perdimos por dos razones principales: la pandemia y el mal gobierno. Hasta quisiéramos que el 2020 ni se contara, salvo en enseñanzas que ayuden a eludir la peor perspectiva.
* EN VEZ DE RESPONDER con argumentos, el actual presidente descalifica a quien se atreve a señalarle sus frecuentes fallas y falacias. Esto, claro, no resuelve las encontradas opiniones de que es muy listo o muy tonto… muy honesto o muy corrupto.
Insiste en que quienes están en contra de él no sólo son conservadores, sino que “están a favor de la corrupción”, “quieren volver al antiguo régimen de saqueo”, y “están muy enojados porque han perdido sus privilegios”. Habrá casos pero, me consta, en general eso no es cierto; más bien, al contrario.
Miren, algunos estuvimos abiertamente en contra de la corrupción en los sexenios de Calderón y, sobre todo, de Peña Nieto. Esa desgracia no se ha ido, por más que se diga “ya no hay corrupción ni impunidad” o que se hayan tomado ciertas medidas de impacto, en paralelo a tantos escándalos que restan credibilidad e incluso reavivan ambas lacras.
Hoy, uno de los objetivos más aceptados es el de combatir la corrupción e impunidad, aunque nunca se va a lograr con exhortaciones morales pues se requieren múltiples medidas y sistemas. ¿Transformar? ¡Sí, pero en serio!
Es lógico cuestionar lo que hace o no hace el gobierno, como en la falta de sanciones a graves actos deshonestos del pasado y de ahora. La corrupción puede o no darse en países de economía liberal, o en los que confirman su populismo: resulta mucho mayor en Venezuela.
En fin, dicen que AMLO es “muy pendejo” (más, los ‘anti-kakas 100%’), mientras que otros aseguran que es muy inteligente (igual, subalternos o feligreses de lealtad ciega). Ninguno de estos extremos tiene la razón… Nadie lo debería “acusar de brillante”, pero tampoco de idiota aunque les pueda parecer eso; si acaso, como cualquiera, ignora demasiadas cosas.
Además de intuitivo, es bastante taimado con su cinismo, astucia emocional y ‘valor mexicano’. No viene a ser estúpido aunque cometa tantas estupideces, como muchos. Es, sí, un gran simulador que se cree sus propias mentiras y, al repartir dinero o predicar con eficacia, influye en las encuestas.
@cpgarcieral