El peligroso recorrido de la fe 

Marissa Rivera

Marissa Rivera. 

A los guadalupanos nada los detiene. La fe no solo mueve montañas también reta y enfrenta el peligro de contagiarse de un mortal virus que ha matado a casi 111 mil personas en México.

Los devotos de la Virgen de Guadalupe comenzaron a llegar a la Basílica desde hace más de una semana. Una tradición familiar que se hereda y que se realiza con una convicción, a veces extrema. Siempre ha estado con ellos. Por generaciones, la veneración a la virgen morena es un ritual. Y a 489 años de sus apariciones, no le fallarán.

En tiempos difíciles, crece la fe y el amor por Santa María de Guadalupe. De cualquier rincón del país, llegan a pagar mandas, a agradecerle, a pedirle y a honrarla. En tiempos de covid habrá muchas peticiones, por los que se salvaron, por los que se fueron y porque no haya más desgracias.

Pero hoy, la fe puede ponerlos en riesgo de contagio. La Ciudad de México está en sus peores momentos de la pandemia. Han crecido de manera exponencial los contagios y el número de muertes. En los últimos días se han registrado hasta 5 mil contagios en 24 horas. En los primeros días de noviembre no llegaban a 700.

Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, ha mantenido a la capital en semáforo naranja a pesar de la emergencia. Ha impulsado medidas de contención e implementado estrategias para detener la proliferación del virus, pero no puede sola. La actitud de los capitalinos es vital, pero muchos no lo han entendido.

Miles de personas de diversas partes del país han llegado estos últimos días, a pesar de la pandemia y a pesar de que el templo guadalupano permanecerá cerrado durante cuatro días.

Las autoridades pretenden con esta media, contener a los feligreses que llegan al recinto y así evitar la propagación del virus.

Se ve difícil que se cumpla el objetivo, incluso con la participación y quizá persuasión de la guardia nacional.

En esta época de mensajes contradictorios por parte de Presidencia y de la Secretaria de Salud, a nivel nacional, las autoridades capitalinas y las eclesiásticas no podían quedarse atrás.

Primero dijeron que la Basílica estaría cerrada el 11 y 12 de diciembre, después que siempre si estaría abierta. Finalmente, decidieron que permanecería cerrada del 10 al 13. Pero los peregrinos ya estaban organizados y comenzaron su recorrido al templo Mariano, como cada año.

¿No hubiera sido mejor cerrar la Basílica todo el mes de diciembre? Se dejarían de recibir varios millones de pesos en limosnas, pero se podrían evitar miles de contagios.

El día de la Virgen de Guadalupe es la celebración religiosa más importante para millones de mexicanos. Quizá le teman al virus, pero nada superior a su devoción a la guadalupana.

Por eso seguirán llegando a pesar de las recomendaciones de seguir las celebraciones en línea. A pesar de la “indulgencia plenaria”, es decir, el perdón, que concede el Papa Francisco a los devotos que celebren a la Virgen de Guadalupe desde su casa, debido a la emergencia sanitaria.

Después de la Basílica de San Pedro, en Roma, la Basílica de Guadalupe es la más visitada en todo el mundo.

En esta celebración se espera la visita hasta de 4 millones de devotos. El riesgo es alto. El virus podría llegar comunidades donde quizá no tengan casos de covid.

La fe y la esperanza están en peligro. Es imposible contener a los peregrinos. Cerrar cuatro días la Basílica no será suficiente. Se instalarán en los alrededores y no habrá operativo que lo evite.

Los que lleguen antes, ahí estarán aunque sepan que no entrarán. La esperanza muere al último. Así es la devoción guadalupana.

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