Carlos Arturo Baños Lemoine.
“Por el bien de todos, primero los pobres” es una de las frases favoritas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). No podría ser de otro modo: se trata de una frase que resume perfectamente toda la verborrea populista y demagógica del Nerón de Palacio Nacional.
Con esta frase, AMLO pretende presentarse ante el mundo como el “gran benefactor” de los desposeídos, de los pobres, de los jodidos, de los menesterosos, de los humildes. Un gancho idóneo en un país (México) en donde poco más de mitad de la población vive en situación de pobreza.
“¡Qué bueno es estar dentro de las prioridades del gobierno!”, pensará un típico pobre, porque esto supone ser beneficiario de múltiples programas sociales: ¡recibir dinero sólo por existir como pobre!
Por supuesto, esto ya lo sabemos, este tipo de mentalidad y de conducta sólo genera parasitismo social que, a la larga, genera crisis económica y mayor aumento de la pobreza. Los regímenes socialistas y populistas son un claro ejemplo de ello.
Los programas limosneros-clientelares de los gobiernos populistas, también llamados “programas sociales”, están reñidos con la iniciativa privada, con el éxito económico, con la ganancia, con la eficiencia, con la productividad y con la autonomía personal. Siempre será mejor declararme “pobre” y extender permanentemente la mano para que el gobierno cubra mis necesidades. El parasitismo social está íntimamente ligado con la mediocridad: ¿para qué esforzarse y correr riesgos si causando lástima se la lleva uno mejor en la vida?
El populismo es una fábrica de huevones y de mantenidos. No vale la pena esforzarse si el “Gran Hermano Gubernamental” me provee de lo necesario. Se genera, así, un terrible círculo vicioso.
Por fortuna, la realidad, la siempre cruda y dura realidad, se encarga de desmentir y ridiculizar a los demagogos populistas como Andrés Manuel López Obrador.
Las inundaciones en Tabasco le enseñaron a AMLO que los pobres nunca van primero… ¡nunca!
Ya sabemos que el Presidente de la República tiene deficientes conocimientos en materia económica. Por ello, siempre resulta placentero atestiguar las amargas lecciones que, sobre economía, le prodiga constantemente la realidad.
Hace quince días, en el marco de una de sus giras por su estado natal, Tabasco, López Obrador se vio forzado a aceptar que nunca van primero los pobres.
Al tener su gobierno que elegir el “menor inconveniente”, decidió que se inundara la zona chontal (zona pobre) antes que inundar la más rica y próspera ciudad de Villahermosa… ¡porque, por el bien de todos, primero hay que conservar la mayor cantidad de riqueza social ya existente!
Razonamiento obvio: los pobres de la zona chontal casi nada tienen y, por ello, casi nada pierden si se les inundan sus pobres pertenencias, mientras que la inundación de Villahermosa hubiera representado la pérdida de mayor riqueza relativa. Villahermosa es relativamente más rica y próspera que la zona chontal, por ello resulta lógico conservar primero la zona más rica y próspera.
Tremendo aprendizaje tuvo que hacer el populista y demagogo López Obrador: ¡jamás van primero los pobres, nunca van primero los pobres!
Lo primero siempre deberá ser la riqueza social (no los ricos, cuidado), es decir, todos los activos existentes en una sociedad en un momento dado; o sea, todos los bienes y servicios que, siendo riqueza en sí mismos, también sirven como base para generar nueva riqueza.
Economía básica, economía elemental: economía liberal que no entiende el dizque liberal que habita en el Palacio Nacional (porque se siente rey).
De hecho, todas las limosnas que reparten los gobiernos populistas son posibles gracias a que, previamente, los sectores productivos y competitivos de la sociedad han generado riqueza: riqueza que paga impuestos; impuestos que, por infortunio, se transforman en programas clientelares que fomentan el parasitismo.
Por elemental lógica económica… ¡nunca van primero los pobres!
Primero va la riqueza social (que no lo ricos, cuidado), porque sin riqueza social los pobres no reciben sus limosnas.
Por ello, para los liberales consecuentes lo primero siempre será el libre mercado, esto es, el conjunto de reglas que premian a los actores económicos eficientes, eficaces y competitivos, y que castigan a los actores económicos ineficientes, ineficaces y conformistas. AMLO, el pseudo-liberal, dista mucho de entender siquiera lo más elemental del liberalismo.
¿Por el bien de todos primero los pobres? ¡Nunca!
Por el bien de todos, primero el libre mercado, primero la economía competitiva, primero la economía productiva, primero los derechos de propiedad, primero la riqueza social, primero la generación de riqueza.
México necesita LIBERALISMO, mucho LIBERALISMO.
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Este artículo de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.