Jorge Miguel Ramírez Pérez.
Acaba de publicar un libro Barak Obama, que tituló ampulosamente “La Tierra Prometida”, en inglés: “The Promise land”, es un mamotreto de casi mil páginas por lo menos, la versión que circula en las redes con todo el apoyo seguramente de los propietarios de esos medios, que nada advierten sobre si es o no una copia autorizada.
Pretende ser el libelo propagandístico, una autobiografía escrita al estilo de James Baldwin. Lo hojeé y me pareció doble i, insulso e intrascendente. No me atreví a usar mucho tiempo para leer las inclinaciones del expresidente creado en un ambiente musulmán intolerante, el de Indonesia en sus primeros años; por las lecturas protomarxistas; tampoco me parece interesante saber lo ”casto” que no se pudo comportar Obama, con las chicas del Occidental College, donde cursaba. No me gustó que las describiera con su nombre y las denostara, no porque sea falto de caballerosidad que lo es, sino porque dragonéa políticamente en el papel, de un supuesto defensor de la mujer y sus derechos.
En fin, Obama es el mismo del estilo rebuscado, propio de sus discursos sin consistencia, indefinidos, llenos de lugares comunes y sus referencias que conducen siempre a la discriminación hacia los negros, que es su tema, por no decir que es el único, porque cierra presumiendo ser el conductor de los estadounidenses a una tierra prometida, que desconoce y que le parece bien robarse el concepto bíblico, que no entiende sino como una utopía de su propia mente manipuladora.
Reforzó Obama la estrategia de la promoción del libro, con una serie entrevistas. Entre ellas una larga con el periódico español “El País” donde no dijo nada nuevo, atacó a Donald Trump en términos de ser distinto a él, pero sin un solo argumento consistente, por ejemplo se refirió a la pandemia y aseguró que Biden, la iba “a controlar”, está igual, pero con mayor sofisticación, que la secuaz de Maduro, que dice que ya tienen un convenio con el corona virus para que no afecte a la salud de los venezolanos.
Revela Obama entre líneas que no pueden hacer mucho para devolverle viabilidad al proyecto que traían antes de la llegada de Trump.
La entrevista y el libro mostraron inusitadamente, una deliberada acción en los medios por llenar el vacío que se ha producido por las menciones del fraude electoral y el cuestionamiento al sistema democrático de los Estados Unidos.
Por una parte, tanto el libro como las entrevistas en los diferentes medios, persiguen el propósito evidente de apuntalar a un Joe Biden que no logra cuajar en el ánimo de los estadounidenses. Un político desabrido, que no trae propuestas realistas que no sean deseos descabellados, y que no evoluciona hacia su legitimación, no su legitimidad, no se siente Biden con los hilos de la conducción, tiene tropiezos. De hecho, sigue la línea demagógica del propio Obama, hablar mucho, con buena rima, pero sin claridad en los temas, o con intenciones y sueños que por acá en nuestros lares les llamamos sueños guajiros.
En el fondo también habría que sumarle a las gestiones abogadiles de Obama en favor de Biden, que parece caminar entre la duda de los estadounidenses “promedio”, también el intento prematuro por lanzar una campaña orquestada para hablar exageradamente a favor de Michelle Obama, su candidata tapada, porque le urge posicionarla para que la Kamala Harris, no le gana el brinco; que de hecho le lleva ventaja sobre todo si sustituye a Biden, que se le ve abrumado.
Obama es todo un dictador con cautela cuida un estilo no burdo, ya fue presidente ocho años; Trump, le quitó encima la férula de Hillary, y ahora Biden sin su ayuda no podrá dar un paso, solo falta que escala a su esposa para hacerse de las riendas sin desgaste…. Porque para comenzar ya les vendió la versión secularizada de la “tierra Prometida” en defensa de las ideas iluministas de la ilustración del siglo XVIII como lo dijo en la entrevista a “El País”.
Finalmente Obama se siente un ser superior, al final de la entrevista de El País, refirió la anécdota de que un niño, le pidió tocar su cabeza y su pelo, y el infante, dijo que se sorprendió que era igual que el niño; lo dijo de manera tal sentimental que la gente se siente impactada, pero si usted revisa después de sus emociones, casi dice que el niño descubrió que ese dios que tenía enfrente, por supuesto Obama: ¡era humano!