Alejandro Zapata.
En su concepto amplio, la democracia se entiende como una forma de vida basada en los derechos y las libertades, con origen en los procesos electorales y, garantizada por el Estado, de tal forma que a través de su actividad y en el eficaz desempeño de su función las personas puedan contar con los elementos indispensables para su desarrollo integral: salud, alimentación, trabajo, vivienda, educación, seguridad, etc., derechos inclusive que han sido incorporadas al texto de la Carta Magna.
La evolución surgida en el sistema político mexicano producto de un proceso de transición, no solamente se debe a una proyección de los principios ideológicos, sino también a la incursión internacional en una etapa globalizadora, con fuertes dosis de liberalización comercial, ocasionando profundas transformaciones sociales, culturales, económicas y ajustes estructurales en cada nación.
Por otra parte, cabe mencionar que, de la fase industrial, se ha pasado a una revolución tecnológica de dimensiones mayúsculas, tanto por los avances en su funcionamiento como por el sorprendente impacto prácticamente en todas las áreas, principalmente en la comunicación y conectividad, cambiando en poco tiempo al mundo entero.
Esos aspectos empujan a adecuar las nuevas relaciones sociales y de éstas con el Estado, al presentarse fenómenos de esa naturaleza en la realidad. Así, en nuestro país se fueron gestando y construyendo esquemas, leyes e instituciones a través de diseños institucionales para enfrentar los desafíos con una visión de futuro, lo que de alguna manera se ha llamado la transición mexicana.
El proceso transicional ha tenido avances, que en ocasiones se han visto truncados por lastres como la corrupción; falta de voluntad política; y, procesos electorales inequitativos y amañados, provocando un largo y paulatino desarrollo, aunque con significativos adelantos.
Sin embargo, ahora el panorama ha cambiado drásticamente, la visión desde una perspectiva nacionalista se ha tornado regresiva, retrocediendo como una contradicción a la modernidad. Los pasos dados por la actual administración han socavado la economía y alejado con sustanciales brechas la equidad social y, por lo tanto, traiciona la premisa histórica de conciliar las libertades con justicia social.
La situación se observa con características de emergencia, que debe atenderse con prontitud ante el cúmulo de problemas críticos reunidos al mismo tiempo: salud, economía, polarización, desigualdad, inseguridad y resquebrajamiento del Estado de Derecho, cada uno con altos grados de complejidad.
El movimiento político que alcanza su meta en el 2018 tenía como objetivo alcanzar la Presidencia de la República, lo que consiguió con éxito, la cuestión que nos preguntamos es ¿para qué?, pues los indicadores muestran que en el ejercicio de la función los resultados son francamente desastrosos. Es de destacar las decisiones, que bien pueden caber en la extrema derecha, en el radicalismo de izquierda o en la más autoritaria dictadura: el modelo de imposición como sello de la casa, mientras el rumbo sigue incierto, la economía mal, las libertades acotadas y lo que sigue.
En ese tenor, nos queda una ventana de oportunidad en la intención de dar un giro para darle rumbo definido al país, circunstancia que pasa por el proceso electoral, principalmente por la Cámara de Diputados, no solamente para que haga labor de contrapeso, sino también para reformular la teoría del Estado, al advertir que el esquema tradicional añejo, conservador y regresivo adoptado por el titular del Poder Ejecutivo se encuentra agotado.