Alejandro Zapata.
La confrontación entre los gobernadores que forman la Alianza Federalista y el titular del Poder Ejecutivo Federal va subiendo de tono. Mientras que por una parte le reprochan actitudes centralistas, desequilibrios presupuestales y la necesidad de replantear el Sistema Nacional de Coordinación Fiscal, por el otro, obtienen una respuesta demoledora: no habrá diálogo en virtud de que no existe materia.
La postura es clara y precisa, en principio no es de su interés enfrascarse en un diálogo de reproches sobre todo cuando la razón no se encuentra de su lado y no está dispuesto a ceder, por lo tanto, opta sin agotar prácticas políticas de entendimiento, por trasladar el conflicto a otros ámbitos, como es su costumbre, los batea.
Es obvio, no tiene el ánimo de darles jugada y menos reflectores, el mensaje entrelineado es súmense nuevamente a la Conago, que se encuentra desinflada y atendida por la Secretaría de Gobernación, sin embargo, es un ente que actualmente es muy cómodo para la administración, pues las reglas del consenso lo hacen inocuo y controlable, por eso se salieron, acusaba mansedumbre.
El panorama presenta diversos escenarios en una situación de por sí complicada, el tema de los recursos presupuestales es complejo dadas las circunstancias, pues entre los programas clientelares… perdón sociales, la deuda de Pemex y los proyectos del Presidente, se llevan los recursos, dejando a los Estados a su suerte, abandonados y con las arcas públicas vacías, por ese motivo, quienes forman la alianza se revelan ante esta injusta realidad.
Era práctica común cuando llegaban los tiempos de aprobación del presupuesto, las visitas de los gobernadores a los diputados, ahora están conscientes que, en esa Cámara, conformada por una mayoría de Morena, lo aprobaran sin siquiera verlo. El control y la disciplina de la mayoría de los legisladores es denigrante, no vale la pena el cabildeo, es una pérdida de tiempo, todo mundo sabemos quién manda ahí.
En ese entorno se han fijado los puntos del conflicto, los recursos no van a llegar, la batalla se prevé en tribunales, en lo político, en lo social y transitar en lo electoral, pues el control de la Cámara de Diputados es fundamental para cualquiera de las dos.
Las oportunidades, los tiempos, propuestas y liderazgos irán marcando los pasos, así, se advierten aspectos a considerar. Los gobernadores tendrán que lidiar con el abandono de la Federación, sin recursos ni apoyos, adicionalmente cabe decir, frente al respaldo social que conserva López Obrador, lo que significa una fortaleza, tienen a su favor, que se contrasta con los bajos índices de aprobación en las materias que tiene a cargo su administración, el apoyo es a su persona, pero existe desencanto en los resultados.
Eso puede explicar la articulación de los mensajes puestos en la mesa, pues el Presidente ha sido consistente en distribuir culpas al pasado y a la corrupción, sin salirse del guión, para justificar las deficiencias de su administración. Los aliancistas a su vez colocan en la agenda los temas del centralismo y la inacción, actitud que pone en riesgo el desarrollo, ambos serán discursos centrales en las próximas campañas.
Ambas partes mueven sus fichas, la reacción no se hace esperar, inmediatamente la presidencia y su gabinete los acusan de posturas electoreras al politizar el asunto, sin entrar al fondo, a la par López Obrador sigue haciendo campaña a favor de su partido, metiendo las manos y presionando a los árbitros electorales, dando recursos públicos a segmentos vulnerables y formando estructuras clientelares.
Cada quien toma su trinchera, los tiempos electorales llegaron, la reconciliación nacional puede esperar, el diálogo será en las urnas.