Jorge Miguel Ramírez Pérez.
El lunes, en diez entidades de la república hubo rechazo al proyecto centralista que siempre ha tenido la burocracia erróneamente llamada federal, en su afán de restarle dinero a los estados y municipios y concentrar lo que más se pueda, para que el dinero de los contribuyentes sea la utilizado discrecionalmente por el Ejecutivo. La maniobra que tradicionalmente hacen los empleados de Hacienda respaldados por el Congreso ya no les cuaja con la facilidad con la que antes lo hacían.
El tema, aunque parezca superficial como muchos de los que se mencionan entre los opositores que no logran trascender hacia la arena de los jaloneos, si representa un asunto sólido, complejo y muy distinto a los trillados como la cancelación del NAIM, obra maligna del exsecretario Urzúa, que por cierto todavía no tiene el valor de explica el arreglo financiero de esa decisión, sus costos y los afectados, como los trabajadores con sus AFORE, que perdieron sin tener vela en el entierro. Sencillamente su dinero se lo desaparecieron a la filosa.
El punto es que no es lo mismo quitarle el dinero a los trabajadores que no tienen sindicatos verdaderos, ni instituciones que los defiendan, ni voceros que se inconformen de la inmensa ratería; porque en el sistema político mexicano el trabajador no tiene poder, es un cero a la izquierda; cosa que no sucede con los gobernadores que tienen mando, aunque el centro los quiera ningunear.
Pero vayamos por partes, porque el problema de repartir el erario nunca se ha entendido en México, desde siempre. Los dictadores que recibían dinero de la aduana de Veracruz durante todo el siglo XIX, incluyendo a Juárez, cuando sentían que su suerte política se hacía incierta, corrían al Puerto a apoderarse de las arcas del dinero fresco de la aduana. Esa y ninguna otra era la razón de ir a Veracruz ante el peligro.
De hecho, el primer presidente de México un sujeto apodado Guadalupe Victoria, tenía en Puente del Rey, hoy Puente Nacional un retén con facinerosos para arrebatarles el dinero y mercancías a los que transitaban por ese vado cerca de Xalapa, de esta manera era el único político en los albores de la vida dizque independiente de México que era un político rico, no uno pobre parafraseando prematuramente a Carlos Hank González.
Cuando se confrontaron los federalistas y los centralistas fue por lo mismo, los primeros no querían soltar un clavo. Y hoy siguen igual. México ha tenido que aguantar a lo largo de la historia conflictos que causaron divisiones y separaciones definitivas como fue el asunto de Texas, que salió todavía peor con la pérdida de la mayor parte del territorio nacional; o conatos de separación como las Repúblicas del Río Bravo o Yucatán. Todo porque el centro tenía los recursos y no quería distribuirlos con las entidades.
Con el acuerdo fiscal de fines del siglo pasado se les obligó a los gobernadores, todos priístas, y bajo control, que renunciaran a sus facultades recaudatorias a cambio de concentrar todo en el organismo que devino en el SAT para hacer una bolsa común.
En un principio les dejaron a los estados el IVA pero como vieron los burócratas hacendarios que era un impuesto moderno y productivo, se lo quitaron a los estados, y los tres impuestos importantes el IVA, el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y luego los impuestos especiales: gasolina, tabaco, alcohol, etc. Los maneja el Centro, un poder superior en la práctica, al de los poderes estatales que forman en la Constitución la esencia jurídica de una República Federal.
El SAT no se da abasto de tantas ocurrencias que tiene que cubrir, las que le ordenan desde Hacienda, pero como es un órgano central, vertical y ajeno de la vida de las personas, no tienen la estructura para conocer los ingresos reales, algo diametralmente distinto al esquema de los romanos, que concesionaban mediante una venta a los lugareños ricos, la plaza de recaudador y le dejaban una partida de matarifes romanizados, para que tuviera dientes. El SAT es un poder en sí mismo, una mafia de burócratas que están más interesados en realizar componendas que en conocer el panorama real de la recaudación.
Por su parte los gobernadores ya no tienen impuestos de calidad porque se los quitó el Centro, y entonces como el predial se lo dieron a los municipales; por supuesto que tienen que brincar en defensa de sus gobiernos, si no, no sobreviven. Pero éste, que es un problema político, se lo encargan a los burócratas que no entienden la dimensión y la complejidad de este problema, menos sus consecuencias.
Hoy México está en el umbral de una reorganización mayor, sin que entiendan los que toman decisiones que los caminos fáciles están clausurados. Hace rato que lo venimos advirtiendo, es una bomba de alcance mayor de los que la pueden detonar. La economía en la mayor parte de las entidades está paralizada, punto.
Este conflicto ya no está en las mesas de las promesas, sino la amenaza se cierne en el horizonte de la integración del país, revísense los casos de Cataluña, del País Vasco, del Norte de Italia, y muchos más en el orbe, es algo de actualidad en todos los sentidos, no únicamente en la raíz de los ingresos y egresos, que por ahora es la piedra de toque para desembocar en algo para lo cuál el equipo del gobierno central no tiene arreos.
Los criterios insensibles de abogados inexpertos del gobierno, sugieren utilizar interpretaciones forzadas de la Constitución para forzar la derrota de los gobernadores y su gente; otros piensan que en reuniones sin compromisos se pueden diluir los agravios.
En lo personal, creo que el asunto ya escaló y ante la previsible andanada en los medios y la burla, los gobernadores no pueden a estas alturas rajarse, así como así, porque independientemente hacia donde lo muevan van a recibir lo que, de otra manera, ni en sueños lograrían sobre todo en el terreno político. Se puede decir que es esta la lucha política del 2021.