Marissa Rivera.
Hoy, como todos los días, 18 mujeres en México morirán víctimas de cáncer de mama. El más frecuente entre las mexicanas. Enfermedad que si se detecta a tiempo no significa la muerte.
Pero justamente ese es el problema, en nuestro país no se detecta a tiempo. Las campañas de salud en torno a esta letal enfermedad no han tenido éxito. Más del 80 por ciento de los casos diagnosticados están en las etapas III y IV, cuando el mal está muy avanzado.
Octubre es el mes de la “Sensibilización del Cáncer de Mama” en todo el mundo, para recordarnos que explorarnos y atendernos a tiempo, es vital.
Los llamados son intensos, publicidad en vías principales, edificios iluminados con luces rosas, eventos conmemorativos, moños rosas en las redes sociales, estudios gratuitos y otras actividades, para crear conciencia sobre la detección oportuna.
Ese moño, símbolo internacional en la lucha contra esta enfermedad, luce mucho, pero solo en octubre y hoy más que nunca necesitamos que luzca todos los meses.
Porque el coronavirus ha traído cambios inesperados en el mundo médico. Las consultas de rutina, las cirugías no urgentes y otros servicios médicos se han cancelado o pospuesto para evitar la exposición al virus en los hospitales y consultorios.
Pero el cáncer de mama no puede esperar, ese cáncer fulmina a 18 mujeres diario. Por eso, en tiempos de pandemia, urge que los gobiernos municipales, estatales, locales y federal, garanticen que las mujeres tengan la posibilidad de realizarse, de forma segura sus estudios de rutina, como la mastografía o ultrasonido y permitan la continuidad de sus tratamientos.
El coronavirus no es una razón para bajar la guardia en la atención de otras enfermedades como el cáncer de mama. Su atención es la diferencia entre la vida y la muerte.
Durante los últimos 6 meses, mujeres han señalado que, con la emergencia sanitaria, se ha complicado el acceso a sus estudios. Porque algunos hospitales están dedicados, temporalmente, para la atención de enfermos de Covid-19 o porque el número de consultas han disminuido por la pandemia.
Instituciones médicas de asistencia social, también han reportado que desde que llegó a México el nuevo coronavirus los estudios de mastografía han bajado un 50 por ciento, por miedo al contagio.
Los riesgos son altos porque ya llevamos prácticamente ocho meses en emergencia sanitaria.
A este problema de la pandemia hay que sumarle otro y muy grave, que puntualmente denunció Saraí Aguilar en su columna “Cáncer de mama: sin recursos y solo luces rosas” publicado en MujeresMas hace unos días: “el fondo de gastos catastróficos, al que se asignaban recursos etiquetados para la atención de cáncer y otras enfermedades costosas en los estados, fue desmantelado durante la actual administración. El fondo formaba parte del ahora extinto Seguro Popular y de acuerdo con especialistas tenía mil millones de pesos al concluir el sexenio de Enrique Peña Nieto. A inicios del 2020 habría 30 mil millones disponibles”.
Debemos actuar en corresponsabilidad. Los gobiernos tienen la obligación de aplicar los presupuestos necesarios para prevenir y atender la enfermedad. Ordenar a las instituciones de salud, la atención de todas las mujeres que lo requieran, pero sobre todo a las que menos tienen. Y durante la emergencia sanitaria garantizar el acceso a los estudios y consultas.
A nosotras nos toca TOCARNOS, revisarnos y advertir cualquier síntoma de alerta, antes de que sea demasiado tarde, no solo en octubre, sino todo el año. El 90 por ciento de los casos de cáncer de mama son detectados mediante la autoexploración.
Pongamos atención en nuestro cuerpo y que la pandemia no evite que nos atendamos porque en la última década el número de muertes por este tipo de cáncer creció casi un 18 por ciento.
Que todo el año sea rosa. Para que no nos toque, hay que tocarnos.