Patricia Betaza.
Veo a Rocío de 6 años –su nombre es ficticio- y le digo: mira preciosa niña, te voy a regalar este peluche que es de la buena suerte. ¿Buena suerte? Me responde muy sería y con media sonrisa. “Cuál buena suerte, la buena suerte no existe”. Su respuesta me dejó fría y sólo la abracé. Me sorprendió su lucidez temprana, pero a su edad ya había vivido el maltrato materno y finalmente el abandono de ella. La vida es demasiado dura para algunos que parece que viven en una eterna lucha en el ring -en el mejor de los casos- y en el peor, en una guerra interminable.
Así de dura es la vida de Melchor Marín: madre prostituta, padre ausente y pobreza. Con ese mundo no ve otro camino más fácil que tirarse a los vicios y al narcomenudeo. ¿Qué más da? “De padecimiento en padecimiento, llegó a la convicción de que la vida es una guerra, y de que en esta guerra él era el vencido. Y no teniendo más arma que el odio, resolvió aguzarlo en el presidio y llevarlo consigo a su salida”. Así narra el escritor español Javier Cercas la novela Terra Alta, que no pude parar de leer.
Tarde o temprano Melchor no tendría otro camino que la cárcel. Paradójicamente fue una bendición para que su vida diera un vuelco. De lo malo, puede haber también cosas buenas. Tras las rejas conoce a un presidiario que lo introduce a la literatura. En Los Miserables de Víctor Hugo, encuentra refugio para curar el alma tan tempranamente lastimada. Porque inspirado en Jean Valjean y en el inspector Javert, agarra nuevos bríos para dejar la delincuencia y convertirse en policía en Terra Alta, en Cataluña.
Su primera encomienda es resolver el crimen de un matrimonio de empresarios que lo trae incluso hasta México, pero después tiene, para su desgracia, que resolver el más terrible: el asesinato de su madre. Porque efectivamente la vida cuando se ensaña se ensaña y hasta parece regodearse con el dolor infligido o como dirían algunos, las desgracias casi nunca vienen solas. La vida pone a Melchor al borde de una esquizofrenia justiciera. Pero poco a poco se da cuenta de que los excesos hasta en lo bueno, es malo.
Aquí otra frase maravillosa de Cercas: “Mire, hacer justicia es bueno. Para eso nos hicimos policías. Pero lo bueno llevado al extremo se convierte en malo. La justicia no es solo cuestión de fondo es también cuestión de forma. La justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias”.
Como Rocío o Melchor Marín de Terra Alta, la vida muchas veces es demasiado complicada e injusta. Pero buscar justicia con el resentimiento y el odio guardados, pocas veces puede tener un buen fin. “Odiar a alguien es como beberte un vaso de veneno creyendo que así vas a matar a quien odias”.
Por cierto Rocío, ya tiene ocho años y su abuela y padre le dan todo su cariño y apoyo, lo malo le trajo algo muy bueno. Me entero con mucha alegría, que ya escribe cuentos y muy buenos, por cierto.