Carlos J. Pérez García.
Me gusta septiembre por varias razones. Trae, con nuestras fiestas patrias, un bello y definido cambio de época en el que terminan e inician estaciones. Igual, les adelanto que mi tema de hoy es breve pero algo sustancioso.
Una periodista me advirtió hace años que en las columnas no debía yo utilizar la primera persona del singular (yo, mí, me, mi) sino escribir en forma impersonal y no protagónica, aunque ni siquiera soy periodista y en artículos de opinión prefiero precisar qué es lo que digo yo frente a ti, amable lector, lectora. Con un alto funcionario se puede ver arrogante eso de andar criticando lo que dice o sugiriéndole qué debe hacer, pero luego nos igualamos y lo regañamos en vez de rebajarnos y sólo aplaudir.
Es útil la autoridad moral al encarar a un presidente y responderle cara a cara, lo cual se facilita si el mandatario no cuida su investidura. A mí —o gente como yo— AMLO me dice que al criticarlo soy conservador (soy liberal, le replico, y no reaccionario como usted), corrupto (usted lo será porque yo no), neoliberal (pues sí), tecnócrata (ni modo), fifí (si gusta), ignorante e insensible (menos que usted)… Incluso que prefiero el pasado reciente (un poco y cada vez más, pero no el antepasado ni la corrupción actual o la de EPN).
Tampoco soy vendido (¿quién me compraría?). Y, en todo ello, a las pruebas me remito. Por su parte, a diferentes niveles, esos Amlos y similares son astutos e intuitivos pero no tan inteligentes ni cultos aunque traten de aparentarlo. En general, proyectan seguridad y eficacia si bien muestran límites en cuestiones menos operativas y se equivocan al menospreciar las complejidades.
Bueno, el Presupuesto de Egresos no le quedó mal al Secretario Herrera de Hacienda. Recoge en un marco (neo)liberal las preferencias de su jefe (programas sociales y ciertas obras de infraestructura) dentro de márgenes bastante reducidos para todo lo demás y con proyecciones muy optimistas en las variables clave de 2021: crecimiento del PIB (4.6%), plataforma petrolera (1.8 millones de barriles diarios), relación peso/dólar (22.1) e inflación (3% como meta del banco central).
Pero esto no tendría por qué inquietarnos y aquí siempre ha habido cuentas alegres. El problema hoy es que hay propuestas claras y específicas para enfrentar con mayor eficacia la letal pandemia (6 ex-secretarios de Salud) y la débil recuperación económica (CCE, Financial Times). Si acaso se descalifica a quienes lo sugieren.
En fin, viene lo peor en economía y otras áreas. Día a día se amontonan viejas y nuevas broncas que en conjunto se vuelven inmanejables, pero ojalá que algo se vaya aprendiendo y que no sigan empeorando ni la corrupción (Rule of Law Index, 2020) ni la situación económica y de salud (la pandemia y las graves fallas no corregidas).
Esto es ya criminal. Y vemos designaciones que, con costos muy elevados, resultan insostenibles.
* LA RUPTURA EN LA CONAGO habría sucedido con cualquier gobernador al que le tocara presidirla en estos feos tiempos. Pero, ojo, el éxodo de 10 mandatarios estatales no será benéfico para nadie, si no es con elementos de un arreglo como el que existía aun con sus fallas o limitaciones… si se subsanan éstas a partir del hartazgo por la inoperancia que llevó a la escisión.
Las secuelas se vuelven un desafío. Creo que las dos partes (gobierno y gobernadores) no apreciaron que esos arreglos servían para evitar agravamientos de problemas que afectan a cada lado. Se registran ahora duros ataques desde la 4T, que provocan respuestas de varios aludidos y se enrarece aún más el ambiente tan difícil.
* ESTOS DÍAS EL GRITO es ¡Viva México, hijos de…! Y, aunque estén algo deslavados el fervor patrio y la devoción mexicanista, podremos gritar fuerte con la esperanza de mejores épocas cuando se acaben de enderezar las actuales. El amor a México —de críticos o defensores del gobierno en turno— podría ayudar a que no se acentúe tanto el deterioro por la polarización social y política, de manera que ciertos acuerdos se antepongan a tantos rencores y venganzas.
@cpgarcieral