Raúl Flores Martínez.
Durante el segundo Informe de Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, aseguró que la pandemia no había derivado en robos, además de que los delitos habían bajado.
Algo fuera de la realidad, una realidad que no se vive con decenas de elementos de seguridad del todavía Estado Mayor y camionetas blindadas que evitan la vida cotidiana de robos.
Robos en el transporte público, transeúnte en el país y principalmente en el Estado de México, una entidad donde los tres niveles de gobierno, se han olvidado de los ciudadanos.
Pondré un ejemplo, en uno de los municipios semi urbanizados del oriente mexiquense que ha servido durante años para casas de seguridad de secuestradores, trasiego de estupefacientes y homicidios.
Valle de Chalco, la cuna del programa de Solidaridad del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari que durante décadas, ha sido cuna de delincuentes que en la actualidad roban a cualquier hora del día.
Tan rebasadas están las autoridades municipales y estatales que los propios vecinos de algunas colonias, nuevamente han salido a las calles para hacer recorridos armados con tubos, palos y varillas para atrapar delincuentes.
Estamos en el preámbulo del resurgimiento de las llamadas autodefensas, células de seguridad vecinales cuya consigna es “partirles su madre a los delincuentes” o en el buen español, lincharlos para bajar los índices delictivos.
Nuevamente estamos ante la Ley por propia mano, una ley donde los golpes son más efectivos que las grandes estrategias de los “abrazos, no balazos”, donde los Derechos Humanos no podrán apoyar a los delincuentes.
Regresan las autodefensas al Estado de México, regresa la estrategia del linchamiento, del “no que muy lión” ante una realidad desbordada por la delincuencia.
