Guillermo Ucha Cabadas.
Aunque muchos digan lo contrario, México se ha caracterizado por tener una sociedad que participa activamente en sus temas políticos y sociales. Como sociedad, fuimos capaces de vencer la hegemonía priista que definió la vida pública de nuestro país por más de 70 años y hemos logrado importantes avances sociales a pesar de nuestra joven vida democrática.
Uno de los eventos más importantes de nuestra historia fue la matanza de Tlatelolco. La unión universitaria logró incomodar tanto al poder que muchos de sus integrantes fueron desaparecidos y asesinados. Este acontecimiento histórico sentó las bases de la participación política que muchas y muchos jóvenes somos libres de realizar actualmente. Sin ese valiente esfuerzo colectivo no tendríamos la libertad de salir a las calles a protestar lo que creemos justo. Para algunos, ese sacrificio llena nuestros tanques sociales de combustible, nos recuerda la importancia de nuestra voz y nos llama a usarla para arreglar lo que está roto.
La vida no es color blanco o negro, afortunadamente hay tonos grises con los que podemos sentirnos identificados. La vida política es así, camaleónica, cambia con los días, las horas, los minutos, incluso, con los segundos. En esta diversidad de colores se pueden encontrar las opiniones e ideologías de muchas y muchos jóvenes mexicanos. Desgraciadamente, muchas veces esta diversidad no encuentra rumbo ni espacio y pasa de ser un tono gris a un color guinda, azul, anaranjado o rojo porque no cuenta con la capacidad de elegir su propio camino, porque se ve atraído por las falsas promesas o porque elige un camino “pragmático”, convencido de que lo llevará a cumplir sus sueños y objetivos.
Creo que los partidos políticos son necesarios para el desarrollo democrático y político de nuestro país. Cuando escribo sobre partidos políticos me refiero a las instituciones sociales que buscan promover la participación social y política de las y los ciudadanos, que defienden ideologías con las que buscan encontrar soluciones a las problemáticas de nuestro país, que quieren bienestar y futuro para sus afiliados y simpatizantes, esos lugares de recreación, crecimiento y desarrollo que se convierten en el hogar de muchas personas. Desgraciadamente esta definición no es del todo aplicable en México.
La mayoría de los partidos políticos mexicanos se han convertido en organizaciones que representan los intereses de grupos económicos y sociales y tienen como objetivo imponer sus agendas particulares para un beneficio particular, no para el beneficio colectivo. Se han convertido en locomotoras sociales que transportan opiniones pero no progreso, en tapaderas y refugios de políticos corruptos y misóginos que no aportan nada a nuestro país. Desgraciadamente, también se han convertido en lo que una gran cantidad de jóvenes aspiran a ser y a pertenecer.
Las organizaciones juveniles partidistas han mutado en espacios peligrosos para las y los jóvenes principiantes en la política. En su mayoría, sus integrantes son identificados como un voto más, no como un ser humano. Son escasas las acciones de participación social para el beneficio colectivo y las capacitaciones para mejorar la vida de sus integrantes, la mayoría de sus acciones se concentran en “reforzar la estructura” y “promover las acciones del candidato/a” contendiente o del funcionario en el poder. La participación juvenil partidista es escasa, y en casos inexistente. Además, no está plasmada en los estatutos de los partidos, solamente el PRI (que garantiza 1 de 3 candidaturas para las y los jóvenes, pero normalmente estos son mandados a competir a distritos donde el partido nunca ha ganado) y el PRD (solamente dan el 5% de sus candidaturas a la juventud). El hecho de que sean estos dos partidos los únicos que mencionan a la juventud en sus estatutos habla demasiado del presente partidista.
Un claro ejemplo de la escasa y pésima participación juvenil partidista fue publicado en redes sociales hace unos días, en donde jóvenes afines a morena y a la mal llamada “cuarta transformación” se encontraban recabando firmas para una “consulta ciudadana” que busca enjuiciar a los ex presidentes, propuesta que, además de ser inconstitucional, busca aprovecharse de la falta de conocimiento jurídico de algunos ciudadanos. Promover medidas populistas para tratar de distraer a la población de los muertos por el mal manejo del COVID-19, la peor crisis económica en la historia de México, la inseguridad y los actos de corrupción que involucran a personajes cercanos al Presidente no es hacer política, no es ayudar al país.
Las y los participantes del Movimiento de 1968 no sacrificaron sus vidas para este tipo de acción social y política. La juventud mexicana —y el país— está en deuda con ellas y ellos y ya es tiempo de que realicemos acciones que puedan honrar su memoria.
Necesitamos que la juventud despierte, que entienda que no se necesita ocupar un alto cargo público para lograr hacer un cambio en la vida de las personas. Estas acciones pueden ser algo tan sencillo como levantar un reporte en tu municipio o alcaldía para que cambien el foco de luz de ese poste que no sirve, como empezar una campaña de recaudación de fondos para las y los familiares de las víctimas mortales del COVID-19, o situaciones más complicadas pero posibles como organizar seminarios de concientización política y social, reunirse con sus legisladores para promover una agenda progresista o promover dentro de las universidades un protocolo de género que garantice que se combatan las acciones u omisiones que excluyan, degraden u ofendan a las personas en razón de su sexo, género, identidad o expresión de género u orientación sexual.
Casos como la juventud “obradorista” hay muchos y mencionarlos nos sirve para ejemplificar lo que no se debe de hacer. Pero también hay casos de jóvenes que forman parte de las estructuras de sus partidos que destacan por sus acciones con la comunidad y con quienes representan, gente como Regina Uribe, Ricardo Rodríguez, German Simancas, Hugo Lora, Cristal Pelayo, Bruno Cházaro, Luis Gutiérrez y Edgar Monsivais, quienes no dejan que sus causas partidistas afecten su lucha por mejorar las condiciones de la juventud y del país.
También debemos mencionar a las y los jóvenes que han encontrado en ellxs mismxs y en sus compañerxs de lucha lo indispensable para realizar cambios necesarios en sus universidades y comunidades, como Olimpia Melo Cruz quien, junto otras mujeres que habían sufrido acoso, impulsaron la famosa y necesaria “Ley Olimpia” que ha sido replicada en 16 estados de la República. Como Pedro Haces, que busca mejorar las condiciones sociales de Tlalplan. Como Camila Jaber que utiliza su plataforma para generar conciencia sobre la importancia del medio ambiente. Como Ximena Mendoza, Natalia Rivera, vocales de género y Lorenza Urias y Adolfo Micalco, Vicepresidenta y Presidente de la Sociedad de Alumnos de Derecho quienes trabajaron en acciones afirmativas bajo el principio de creerle a la víctima en casos de acoso a mujeres de la Universidad Iberoamericana. Jóvenes que con el ejemplo nos enseñan día a día que dentro de cada una y uno de nosotros existe lo necesario para hacer de este país un lugar más justo y equitativo.
Te invito, joven, a que aceptes esta invitación, a que entiendas que para progresar como país necesitamos que te dejes de quejar en Twitter y Facebook sobre los políticos de siempre y que salgas a la calle a luchar. A que te des cuenta de que tu voz vale, y vale mucho. A que te acercas a quienes saben usarla para beneficio del colectivo, no para beneficio personal. A que rechaces las invitaciones de las “organizaciones” juveniles que solo se toman fotos. A que te unas a las asociaciones y sociedades de alumnos que trabajan en conjunto para lograr hacer un cambio. A que honres la memoria de quienes se sacrificaron para que hoy pudieras tener la libertad de aceptar esta invitación. La decisión está en tus manos.
@guillermouchac