Rubén Cortés.
Almorzamos con mi tía Caridad, de 80 años. El sol ardía en el cenagal del traspatio. Entornó las cortinas y puso a girar en un acetato la voz de su época mejor, la del cenit de su gloria de inmigrante cubana: Sinatra cantaba “My way”.
Es más que una canción. Sinatra, hijo de un inmigrante siciliano y de una inmigrante genovesa de New Jersey, la presentó en el Madison Square Garden como “el himno nacional estadounidense, pónganse en pie”. Más que una canción, es el balance de una vida:
Arrepentimientos, he tenido unos cuantos/ pero demasiado pocos para mencionarlos/ Hice lo que tenía que hacer/ y llegué al final sin excepciones/ Planeé cada ruta/ cada cuidadoso paso a lo largo del camino/ y aún más que esto/ lo hice a mi manera/
El dúplex en las afueras, educación formal correcta, su vestido de domingo, el almuerzo en tornasol a través del ventanal, Sinatra a media voz: mi tía representa a la clase media cubana que el populismo echó de Cuba en los 60, 70 y primera parte de los 80.
Una generación que llegó a Miami con las ideas y el brío de haber construido (ellos, sus padres o abuelos) la Cuba republicana que, de 1902 a 1958, trascendió como un país con conquistas democráticas de vanguardia y una prosperidad económica de talla mundial.
Y que el emprendimiento laboral y la dinámica participación cívica aprendidas en Cuba, le permitieron comandar la política y la economía del estado de La Florida, aún en el primer cuarto del siglo XXI, cuando empieza a envejecer y morir.
El ascenso vigoroso, rápido de una migración que, sin embargo, no encontró una canción cubana como fondo musical: tuvo a Sinatra, con “A mi manera”, en el Estados Unidos de los ’60 estructurado por el dólar, las libertades constitucionales y apogeo de la cultura de masas.
En tierra extranjera, tuvo el espíritu de Sinatra: el ánimo del regreso, el de quienes (como Howard Cosell presentaba a Sinatra) “saben lo que significa perder, que se mantienen de pie, que lo hacen a su manera”.
Esa es mi tía, de raigambre cubanísima, esa raigambre que se empezó a gestar en 1590, cuando los habitantes de La Habana no llegaban a cinco mil, pero que en 10 años ofrecieron el mejor ejemplo de capacidad productiva y empresarial de todas las colonias españolas.
El sol se pone en los Everglades. Mi tía Caridad nos despide en la puerta. Queda en soledad y silencio. En el acetato aún suena Sinatra: ahora con “The Best Is Yet To Come”, que también va con la generación cubana de ella, a la que Miami le debe todo lo que es hoy.
Gente que nunca se rinde.