Rubén Cortés.
Puedo resistirlo todo, menos recontar una historia. Y, ante el derribo de la política mexicana (por la guerra de videos sobre corrupción entre “4T” y “conservadores”), que daría paso a una dictadura “renovadora”, repito la historia de cómo se hundió Cuba.
En Cuba surgió en 1945 uno de los primeros populistas demagogos de América Latina: Eduardo Chibás, de los primeros políticos del mundo que empleó la radio como instrumento de campaña y agitación de las masas.
Rodeado siempre de fanáticos, su eslogan era Vergüenza contra dinero. Atacaba fervorosamente la corrupción y hacía acusaciones personales a sus adversarios. Junto a su fuerte personalidad y arraigo entre el pueblo, tenía una notable vena de irracionalidad.
Instigaba a las multitudes contra las instituciones, y sus discursos tenían cada vez más de la histeria, que de la genialidad oratoria; pero siempre insistiendo en la necesidad de una revolución, de una limpieza moral para el pueblo y de acabar con la corrupción.
El historiador inglés Hugh Thomas lo describió como “un extrovertido espectacular de neurótica persistencia”.
Existían en la democracia cubana, por supuesto, corrupción y desconfianza en las instituciones, pero estos defectos eran de quienes la ejercían, no de la democracia, pero Chibás se convirtió en un francotirador y crítico sistemático de la democracia cubana.
Un estridente sembrador de desconfianza y de sospecha en las instituciones con sus gestos populistas y demagogos, que arrastraban multitudes y prepararon sicológicamente al pueblo cubano para aceptar el fin de la democracia que venía desde 1902.
El verbo fanático de Chibás convenció a los cubanos de que sus instituciones democráticas no servían para nada, porque las instituciones democráticas únicamente eran una cueva de Alí Babá llena de ladrones.
Como reafirmación del desajuste de su personalidad, se suicidó el 5 de agosto de 1951. Pero ya había hecho el daño: su “neurótica persistencia” consiguió destruir la vida política cubana y a una joven democracia que había hecho ocho elecciones presidenciales.
Chibás lo logró a costa de acabar con su propia vida y de destruir al partido que creó con amigos y familiares para ganar la presidencia. Y Cuba se sumió en el caos: se sucedieron el golpe de Estado militar de Batista (1952-59) y la dictadura de izquierda (1959- ¿?).
Porque el populismo se ceba en los pueblos que olvidan y se acomodan. La bonanza que en medio siglo provocó un aumento impactante de la clase media cubana, la democracia que crecía, hizo perder a los cubanos el sentido de lo trágico.
Los cubanos perdieron el miedo al miedo. Olvidaron que los Estados pueden morir, que los levantamientos pueden ser irreparables, y que el temor y el odio entre compatriotas pueden convertirse en un medio de cohesión totalitario.
Tal cual, eh.