EEUU.- Todos los habitantes del mundo, es decir más de 7700 millones de personas, participan en el sistema alimentario de una u otra manera. Toman decisiones sobre los alimentos que consumen, la ropa que visten y los productos que usan, muchos de los cuales se originan en la agricultura. Los productos agrícolas se producen en 570 millones de establecimientos agrícolas, la mayoría de ellos pequeñas explotaciones administradas por familias y ubicadas en países en desarrollo. Los sistemas alimentarios son locales, una característica esencial en las comunidades, pero también son mundiales, vinculados a través del comercio y sofisticados mercados financieros y de seguros.
A pesar de proporcionar alimentos a una población mundial que se ha más que duplicado en los últimos 50 años, el sistema alimentario está muy lejos de contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con el hambre, la pobreza, la salud, el uso del suelo y el cambio climático. Si bien se está produciendo una gran cantidad de alimentos en el mundo, el número de personas que padecen desnutrición aumentó desde 2014.
Uno de cada cinco niños menores de 5 años sufre retraso del crecimiento, un problema que provoca consecuencias negativas en la productividad durante toda la vida. Unos 2000 millones de habitantes tienen sobrepeso o son obesos, debiendo enfrentar enfermedades no transmisibles de origen dietético que comprometen la resistencia a nuevas enfermedades como el coronavirus.
La agricultura contribuye con un 24 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, consume el 70 % del agua dulce y ha provocado la pérdida del 60 % de la biodiversidad de vertebrados desde la década de 1970 (i). El costo de estas externalidades negativas llega a USD 12 billones, según la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo, superando un valor de mercado de USD 10 billones.
En la actualidad, otros 100 millones de personas están bajo amenaza de caer en la pobreza debido a los efectos económicos de la pandemia, de acuerdo con el informe Perspectivas económicas mundiales de junio de 2020, alejando aún más las posibilidades de lograr los objetivos del Banco Mundial al reducir los ingresos y crear problemas para acceder a los alimentos y la nutrición, situaciones que pueden ocasionar una hambruna a gran escala, según el Programa Mundial de Alimentos.
Hoy, el rápido desarrollo y despliegue de tecnologías y redes digitales promete acelerar la transformación del sistema alimentario superando las fallas de las políticas y las deficiencias del mercado de larga data.
Los cambios de trayectoria anteriores en la agricultura y la industria alimentaria, marcados por diversas revoluciones agrícolas, elevaron la productividad agrícola, aumentaron el suministro de alimentos, redujeron los precios reales de los alimentos, ayudaron a liberar recursos laborales y de capital para la inversión en otros sectores, allanaron el camino para la urbanización y la revolución industrial, y condujeron a la aplicación del modelo comercial en la agroindustria. A diferencia de revoluciones anteriores que se originaron primero con innovaciones en los establecimientos agrícolas, luego se difundieron a las comunidades rurales, y después a las empresas ubicadas a ambos lados de la cadena de valor, es decir las que producen insumos agrícolas y las que utilizan los productos agrícolas como insumos (piense en la utilización del arado de hierro fundido durante la revolución agrícola británica o en los paquetes de semillas mejoradas y fertilizantes en la revolución verde).
La tecnología digital impulsa el cambio en diferentes frentes a ritmos acelerados permitiendo recopilar, utilizar y analizar grandes cantidades de datos legibles por máquinas sobre prácticamente todos los aspectos del sistema alimentario a un costo marginal de casi cero.
Con información del Banco Mundial