Rubén Cortés.
La mano dura del actual gobierno es con los críticos ideológicos, adversarios políticos irreductibles y para ejercer el poder, no para garantizar la administración pública: las renuncias de colaboradores al presidente son porque no pueden trabajar.
El presidente no es apoyado por sus secretarios porque éstos no tienen quién los controle y se pelean entre ellos al no tener una guía sobre qué deben hacer. El jefe del Ejecutivo le llama “contraposiciones normales”. Pero es benévolo en su concepto.
Quien no fue benévolo para explicar el desorden en el sistema de mando dentro del gobierno fue el cuarto renunciante importante, Germán Martínez al IMSS, quien aseguro: “El Presidente de México necesita nuestro apoyo, no nuestras disputas”.
Sin embargo, después de 11 renuncias relevantes, queda claro que los colaboradores que escogió el mandatario no piensan en su responsabilidad con la nación, sino en sus infiernillos personales aunque, al final, el que pague sea el país.
Sí: en pleitos personales, como explica el titular de Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo:
“Esto está lleno de contradicciones y existe una lucha de poder al interior del gabinete. No hay un conjunto claro de objetivos, pero sí luchas de poder al interior del gabinete, que yo lo he notado en varias líneas”.
Es ese el factor común en las renuncias al presidente: las luchas al interior del gabinete. Y no tienen quien las frene. Si están es porque nadie las frena, y falta la mano dura que, en cambio, si existe para que el Ejecutivo acumule cada minuto más poder personal.
Por ejemplo, Germán Martínez se fue criticando “la injerencia de funcionarios de la Secretaría de Hacienda en la administración del IMSS” y advirtiendo que “no soy lambiscón, ni barbero de nadie, tampoco yo seré florero de decisiones tomadas por otros”.
También en ese tono se las dejó en la mano Carlos Urzúa en Hacienda: “Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de Hacienda y la acción de personajes influyentes del gobierno con patente conflicto de interés”.
Igual se marchó Javier Jiménez Espriú de Comunicaciones y Transportes, porque era un florero: el presidente trasladó al ámbito militar las funciones eminentemente civiles de los Puertos y la Marina Mercante, que estuvo en manos civiles desde 1970.
“Lamento profundamente no haber tenido éxito en transmitirle mi convicción y mi preocupación, sobre la grave trascendencia que tiene esta medida para el presente y el futuro de México, tanto en lo económico como lo político”, dejó escrito.
Pero el problema del desbarajuste del gabinete se explica de manera sencilla: este gobierno no sabe a bien qué quiere hacer con el país, más allá de desmontar todo el pasado reciente y…
Acaparar más, más y más poder.