Jorge Miguel Ramírez Pérez.
La explosión de ayer en el Líbano que causó desde ayer setenta y tantos muertos y más de 4000 heridos, no es un accidente, ni tampoco un proceso aislado de los reacomodos geopolíticos del Medio Oriente.
El grave suceso cae en medio de una terrible crisis.
El Líbano tiene una deuda de más 90 mil millones de dólares, que significa el 170% del producto interno bruto; además una devaluación del 80% de la libra libanesa, todo parece que no puede estar en un peor momento para arrostrar una crisis, que sigue sin detenerse en ese país del Mediterráneo; que, en su momento de prosperidad, fue llamado la “Suiza del Cercano Oriente”.
Pero a partir de la caída en el último cuarto del siglo pasado de los gobiernos tildados como falangistas, encabezados por políticos de la familia Gemayel, por cierto, parientes de Carlos Slim; quienes representaban las corrientes maronitas, es decir no ortodoxas, ni islamistas; la estabilidad del Líbano se vino abajo, con repuntes muy cortos, siempre sumido en las guerras intestinas de las facciones chiíes, suníes, y drusos, sin contar a los campamentos de refugiados palestinos que se metieron en las crisis de Israel; y todos los conflictos de Siria les han pegado, de una u otra manera.
Lo que sucedió en la explosión fue un atentado con el preciso objeto de destruir el arsenal que tenía Hezbolá, supuestamente confiscado como ha trascendido.
El primer ministro Hasan Diab, declaró que los responsables pagarían por los hechos.
Pero Hezbolá que surgió en 1982 es producto de la radicalización y consecuente financiamiento de Irán que ha urgido de aliados chiíes en el Líbano, dispuestos a desplegar acciones terroristas no solo en su país de origen, sino en diversos territorios dentro de la estrategia iraní, como en Siria recientemente; en consonancia con las planificaciones terroristas que coordinaba el finado Quasem Soleimani, cabeza de los grupos violentos chiíes y mando de Al Quds la fuerza de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán, que fue abatido en el aeropuerto de Bagdad apenas el año pasado.
Los que perpetraron el golpe tenían conocimiento de una escalada de parte de Hezbolá y/o de Irán seguramente contra Israel. Ese armamento secretamente resguardado tal vez no era una confiscación a Hezbolá, sino un calculado depósito cerca de la zona marítima lejos de la influencia política de Hezbolá, que es en el interior, pero cerca de rutas marítimas de despliegue. Todavía no se sabe.
Algunos comentarios en las redes, afirman que el primer ministro Netanyahu, de Israel, reconoce que era un bastión armado para sembrar el terrorismo en la zona y que el suceso era una respuesta a las agresiones de los terroristas contra los intereses de Israel.
Pronto se confirmarán estos rumores o su falsedad. Pero la lógica infiere que Irán se mueve en el espectro del Covid, y si es así; Donald Trump va estar en un escenario de toma de decisiones irreversibles, que no les darían margen a los demócratas de una reconstrucción geopolítica del esquema que hasta el 2016, fue el que mantuvieron con alianzas dentro del islamismo.