Rubén Cortés.
La gran suerte de todo esto es que estamos en agosto y México empezará a ser feliz, porque inicia la recuperación económica: ya pasó lo peor, ya pasó lo peor… como ha dicho unas 20 veces el presidente, aunque sea nuestro peor momento desde 1993.
Sin embargo, falta que el presidente explique cómo saldremos del hoyo que significó, tan sólo en el segundo trimestre la disminución de menos 19 por ciento del PIB, la peor desde que se mide este indicador en el país, en tiempos de Carlos Salinas (1993).
Porque la suma de todos los bienes y servicios producidos por el país (que eso es el PIB) ya se encuentra en niveles de cataclismo por el puntillazo de la pandemia, a una economía como la nuestra, que era la más golpeada del mundo antes del COVID-19.
Aunque, en rigor, el desastre actual del PIB arrancó mucho antes: cuando, en medio de una ritmo de crecimiento que traía México de 2.5 por ciento anual, el actual gobierno canceló la construcción del aeropuerto de Texcoco.
En la debacle de nuestra economía (una de las 10 primeras del mundo hasta 2018) el COVID-19 será sólo un empujón: se hundió con la cancelación del NAIM, que ya tenía más de 100 mil millones de pesos invertidos de empresas mexicanas, pocas extranjeras.
De todos modos, el presidente insiste en que su propuesta para enfrentar la crisis le está resultando favorable, porque dijo que a partir de julio “empezábamos a levantarnos y ya hay signos en ese sentido”. Sólo que ya estamos en agosto.
Y que quería “cerrar julio sin pérdida de empleos, para en agosto comenzar la recontratación de trabajadores y empiece la recuperación”. Sin embargo, julio cerró con más de 15.7 millones de mexicanos mayores de 18 años sin empleo.
A la par, el método del gobierno para manejar la economía provocó que en el primer semestre su empresa estrella, Pemex, perdiera 2.3 millones de pesos por minuto, dinero con la cual se habría podido comprar mil 403 canastas alimentarias también por minuto.
Las perdidas en Pemex son una pesadilla, ya que es, junto con las remesas, la única esperanza de una economía casi sin ingresos por turismo (parado por la pandemia) y pocos por inversión extranjera (asustada por las consultas populares para tirar sus proyectos).
Pero la caída en ingresos petroleros en el primer semestre fue de ¡menos 45 por ciento! Y lo más seguro es que en el total del año el gobierno sólo obtenga por venta de petróleo 400 mil millones de pesos, del billón de pesos que esperaba, según Hacienda.
Pero el que sabe es el presidente.
Y él dice que en agosto vamos para arriba.