Carlos Arturo Baños Lemoine.
Por infortunio, México sigue siendo un país tercermundista en muchos campos y en muchos sentidos. México sigue siendo un país huérfano de la cultura del debate, de la confrontación de ideas, de la polémica, de la esgrima mental…
En México, los grupos de intelectuales prefieren encerrarse en sus capillas a rumiar sus propias posturas mentales. Son afectos a discutir sobre signos de puntuación y tonalidades discursivas, no sobre el contenido amplio de los textos o sobre el alcance de las ideas. Sólo de tanto en tanto invitan a sus tertulias a uno que otro “contrario”, para dar muestras de “pluralidad”.
La semana pasada, vimos a un grupo de 30 intelectuales (amalgama entre Aguilar Camín y Enrique Krauze) publicando un desplegado que hace un llamado claro y contundente: quitarle a Andrés Manuel López Obrador la Cámara de Diputados en las elecciones del 2021.
Suena sensato: un gobernante como López Obrador es un peligro para cualquiera democracia, sobre todo si éste carece de contrapesos republicanos.
En el 2018, 30 millones de incautos le dieron mucho poder a un desorbitado cerebral, que se siente divino. 30 millones de ilusos colocaron a un auténtico “Nerón” en el Palacio Nacional. Obvio, está haciendo de las suyas, al grado de cantar sus espantosas loas mientras arde Roma.
Este loco megalómano necesita una camisa de fuerza: por eso necesitamos contrapesos republicanos.
Fácil de adivinar la reacción del Nerón de Palacio Nacional ante el desplegado de los 30 intelectuales: la descalificación de sus ideas y de sus posturas políticas apelando a los millones de pesos que gobiernos anteriores les prodigaron por diversos servicios: publicidad, asesorías, estudios, eventos académicos-culturales, etc.
Y sí, nadie va a negar que el grupo Nexos, de Héctor Aguilar Camín, y el grupo Letras Libres, de Enrique Krauze, han absorbido buena cantidad de recursos públicos para sostener su labor intelectual y editorial.
Nadie va a negar que la limitada, discontinua o nula presencia de otros grupos de intelectuales ha permitido que Aguilar Camín y Enrique Krauze se hayan convertido en una especie de mandarines de la intelligentsia mexicana.
Nadie va a negar, tampoco, que después de ser “competidores” durante los sexenios de Salinas y Zedillo, a partir del foxismo Nexos y Letras Libres comenzaron a caminar cogidos de la mano, haciendo de Televisa su compartida casa mediática.
Sí, todo esto es cierto. Nadie lo puede negar. Pero es que México no da para más: ¿a qué empresa privada le interesa el mundo de las ideas a gran escala?
Y en las universidades públicas pululan los buhoneros de la basura marxista y de sus sucedáneas: keynesianismo, teoría de la dependencia, giro descolonizador, indigenismo, teología de la liberación, feminismo, etc. En síntesis: la basura ideológica de la “subalternidad”.
¿Qué mundo de las ideas podemos tener en México en estas circunstancias?
Para colmo, padecemos una casi ausente cultura del debate en todos lados, así como la tramposa introducción de frenos a la crítica (como aquella estúpida invención de “los discursos de odio”).
¿Por qué AMLO no se para frente a sus críticos para debatir? ¿Por qué sólo utiliza sus aburridas y fastidiosas “mañaneras” para lanzar escupitajos a sus oponentes? ¿Por qué los grupúsculos de la Cuarta “Transtornación” Mental y los grupos de los mandarines (Camín-Krauze) no institucionalizan espacios de debate en serio?
En fin, seguiremos atestiguando reuniones de salón para tomar el té, cuando lo que necesitamos son espacios emergentes para la continua (y áspera) confrontación de ideas.
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Este artículo de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.
