Caso Lozoya: el fiscal debe ser interrogado

Ah-Muán Iruegas.

El caso Emilio Lozoya, el más relevante del sexenio, apenas ha comenzado y ya despide un olor hediondo. Como “si estuviera” haciendo algo indebido, el fiscal Gertz escondió a la opinión pública la entrada del exdirector de Pemex a un hospital privado. Por su parte, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) avaló que las audiencias de Lozoya (no repito) no sean públicas.

La forma en que el fiscal Gertz está escondiendo al país entero detalles sobre el caso Lozoya, sólo se puede explicar porque la 4T quiere manipular el asunto, para colgarse políticamente de él y ganar así las elecciones de medio término, en 2021.

Cuando los periodistas esperaban la salida de Lozoya en una caravana de vehículos, la fiscalía mandó una caravana distinta, con un enmascarado o “doble” de Lozoya –para desorientar a la prensa-. Así los confundió en la madrugada, para anunciar a la mañana siguiente que Lozoya se encuentra en un hospital de lujo (!). Ni siquiera se ha visto la cara del acusado en México, dado que la FGR echó a andar su operativo.

Pero antes que al acusado, debe interrogarse al fiscal.

Primero, hay indicios de que el informe médico fue inducido o al menos aprovechado de modo desleal. Cuando salió de España, Lozoya estaba sano. Pero al llegar a México, el tipo se está muriendo y es preciso llevarlo a un hospital.

Augusto Pinochet hizo un teatro parecido, al levantarse de su silla de ruedas apenas pisó suelo chileno, cuando antes estaba enfermísimo o inválido; en este caso, el acusado se hizo el enfermo pero “antes de tomar su avión” y no después; así como lo está haciendo hoy “alguien”.

Si así fuese, la segunda pregunta para el interrogatorio de Gertz sería: ¿Por qué no lo llevaron a un hospital público? ¿No ocasiona llevarlo al hospital Ángeles un gasto innecesario al erario?

Desde luego que ocasiona un alto gasto. Pero “nuestro” fiscal al parecer quiere un lugar secreto dónde negociar el caso con Lozoya.

Lo que se necesita negociar con Lozoya es, ante todo, el tiempo y orden de las acusaciones que él va a pronunciar. El caso debe producir resultados poco antes de las elecciones, para ser un circo romano que en verdad funcione para el interés de Gertz.

El vicefiscal peñanietista Tomás Zerón amedrentaba a sus detenidos con una golpiza –lo hizo con un pobre albañil- para que se autoinculparan. Hoy, la 4T está negociando en un hospital de lujo el caso más importante del sexenio, amedrentándolo con un trato riguroso, si no coopera con la Fiscalía General de la República, inculpando a quienes ellos digan y cuando ellos lo digan.

Podría haberse llevado a Lozoya a un hospital público. Pero allí se habrían dejado muchos rastros del pacto de impunidad que parece estarse negociando.

También podría haberse llevado al acusado a un hospital militar. Pero allí Gertz hubiera perdido el control de la situación, pues la habría tomado el Ejército mexicano. De modo que lo más cómodo para los fines del fiscal es llevar al reo a una “cárcel de lujo”. Es en un hospital privado donde el fiscal paga la cuenta y por tanto dice lo que se hace allí: en este caso, las negociaciones del ídem.

Ni siquiera es creíble el pretexto para llevar a Lozoya al hospital. Se dijo que Don Emilio tiene anemia y problemas en el esófago. Cientos de personas pueden sentir molestias en el esófago, con sólo acomodar mal las almohadas al dormir. De hecho, cientos de anémicos y desnutridos laboran todos los días por las calles de nuestro país. Y en medio de todo eso, al señor Lozoya lo meten a un hospital de cinco estrellas, porque le duele la garganta…

Ninguno de aquellos miserables merece que la 4T siquiera los mire. Y sin embargo, a Emilio Lozoya se le llevó a un hospital casi de la Riviera francesa, con pretextos pseudolegales.

La prueba principal de que Emilio Lozoya puede estar más que sano, es que el gobierno español ha revelado que este señor no tenía problema alguno cuando salió de España, unas horas antes de que lo declararan casi desahuciado -en México.

Sea como sea, en lugar de estar en la cárcel, como estaba en España, el señor Lozoya está ahora instalado en una habitación con todas las comodidades.

Si el fiscal está manipulando los hechos o indujo que se expidiera el certificado médico de Lozoya, se estaría ante una clara violación a la ley. Pero hay mucho más que eso.

El Consejo de la Judicatura, que dirige el ministro presidente de la Suprema Corte, dispuso que la audiencia, en lugar de ser pública, sea sólo informada a la opinión pública por la oficina de comunicación social del Consejo, vía WhatsApp (?).

Las cosas sucias, se esconden. Y si el señor presidente de la Corte, el ministro Zaldívar Lelo de Larrea, permite que la burocracia jurídica le niegue al país la información que la ley le otorga, ensucia el juicio más limpio que debía haber tenido la 4T. Pues las audiencias deben ser públicas, dado que en los juicios orales rige el principio jurídico de “publicidad”. Pero el ministro Zaldívar tiene no solo “otros principios”, sino también al parecer “otros fines”.

Los fines de Zaldívar coinciden con los fines de Gertz Manero: esconder la información. Lo cual es una vieja táctica priista, que ambos practican muy bien. Con Gertz y Zaldívar, la cultura priista vive en la 4T.

¿Por qué realizan tanto el ministro Zaldívar como el fiscal Gertz prácticas tan cuestionables? Pues porque se está configurando un “juicio patriótico”, como los viejos “fraudes patrióticos” mediante los cuales el PRI justificaba los robos y fraudes en las elecciones. Ahora lo que van a hacer es un juicio penal con propósitos electorales.

Para meter a la cárcel a una persona, se requiere que actúen en mancuerna los poderes ejecutivo y judicial. En el caso Lozoya interviene el fiscal Gertz, por parte del poder Ejecutivo. Y el ministro Zaldívar, por parte del poder judicial. De ahí que puede decirse que los poderes Ejecutivo y Judicial están trabajando de conjunto, una especie de “nado sincronizado”, casi una operación de Estado para esconderle al pueblo de México el caso más importante de la cuarta “transformación”.

Que no existe tal transformación real de la 4T, se aprecia en el clasismo evidente del fiscal. Al común de los reos, apenas se les da alguna pastilla en una clínica lóbrega de alguna cárcel. En cambio, a los presos con influencias, el fiscal lo va a “arrullar” a su suite presidencial del Hospital Ángeles.

Debe existir una grabación del juicio oral de Lozoya, pues esos juicios se graban con varias cámaras. Y a pesar de tener la grabación en las manos, el ministro Zaldívar tuvo la deslealtad con su propio país de esconderle a su pueblo una información casi vital para su porvenir.

La información que Lozoya dé a sus visitantes de la FGR, es vital para que la 4T pueda ganar las próximas elecciones. Pero desde la perspectiva del gobierno, debe ser manipulada sin excusa alguna.

Lo que ocurre es que Lozoya puede salpicar de lodo a Peña Nieto y su grupo, sin duda. Pero también puede salpicar al obradorismo.

El famoso caso de Fertinal, que se estima que Lozoya puede también denunciar, porque lo conoce, involucra a aliados del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En efecto, Ricardo Salinas Pliego, mandamás y dueño de TV Azteca, ha sido mencionado como partícipe del caso Fertinal. Y si resulta mencionado por Lozoya, la oposición apuntará sus baterías a Salinas y por tanto a la 4T. Es decir, entre lo que más importa para el gobierno, está que Lozoya no involucre a Salinas, para no desacreditar a la 4T.

De ahí que en el caso Lozoya, es importante tanto lo que se diga, como lo que se calle. Y para que el acuerdo Gertz-Lozoya funcione, éste último tiene que callar sobre todo lo que sepa alrededor de la participación del obradorismo en el caso Fertinal.

Para saber todo lo anterior, evidentemente el fiscal debe ser interrogado… y no sólo por la opinión púbica.

 

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