Carlos Arturo Baños Lemoine.
El miércoles de la semana que recién termina, López Obrador emitió un mensaje con motivo del segundo aniversario de su triunfo electoral. Y, como era de esperarse, fue una pieza de autoelogios y triunfalismo egomaníaco frente a un auditorio del aplauso fácil: puros empleados. Sólo hizo falta Lord Molécula para llegar al colmo de la zalamería.
¡Un evento al más puro estilo de López Obrador!
Un día antes, el martes 30 de junio, como todo buen populista, López Obrador se dio su tiempo para el auto-victimismo: no se explica cómo es posible que la prensa lo critique tanto, siendo él todo un “pan de Dios”, una mezcla de Jesucristo, Benito Juárez, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta.
Y, para rematar, el viernes 03 de julio, López Obrador dijo ser el presidente más “atacado” de los 100 años más recientes de la historia patria. Sabrá Dios cómo fue que estableció el ranking, pero ya sabemos que él siempre tiene otros datos, los suyos propios, así que la objetividad es lo de menos.
Lo que importa es que él debe pasar a la historia como una víctima: ahora ya sabemos que a su complejo de inferioridad debemos sumar su delirio de persecución. ¡Vaya Presidente que tenemos!
Lo peor de todo es que López Obrador sigue sin entender la esencia del mundo moderno, la esencia de la democracia, la esencia de la opinión pública y la esencia de la prensa.
Se dice liberal. Ya hemos demostrado en otros artículos que no lo es. López Obrador sólo es un farsante, un tartufo, un fantoche…
Los liberales pensamos que el gobierno es, de suyo, un mal necesario. Un mal que debe estar permanentemente bajo la mira, la crítica y el escrutinio de los gobernados, porque resulta muy fácil que el gobierno se corrompa en detrimento de la gente.
Por eso, los liberales pensamos que, mientras menos gobierno, mejor. Y pensamos que el gobierno debe ser presionado continuamente, porque actúa en nuestro nombre (el pueblo) y administra nuestros recursos (impuestos) para nuestro beneficio o perjuicio.
Por ello, a ningún gobierno moderno, menos si se dice liberal, le debería incomodar la crítica. ¿De qué va un gobernante al que le molesta la opinión pública que no lo favorece?
Prensa que lo alaba, es buena prensa. Prensa que lo critica, es prensa “conservadora”, “golpista”, “traidora”, “vendida”, etc. Así de pobre es el criterio de López Obrador: Presidente que surge al calor de la democracia, pero le molesta la democracia. Vaya, vaya…
En una democracia, criticar a las autoridades públicas debe ser un deber cívico, pero también un placer; sobre todo para quienes asumimos el liberalismo con filosofía política.
El gobierno es nuestro empleado, pero un empleado muy mañoso: poquito que nos descuidemos… ¡nos chinga!
Por ello, todos los días debemos criticar al gobierno de López Obrador, así como fueron criticados los anteriores gobiernos. López Obrador cree que no fue así, porque seguro no leía la prensa.
No nos quedaremos callados, ni aplaudiremos al Nerón de Palacio Nacional. Ya tiene muchos escribanos y bufones a su servicio. Quería ser Presidente, ¿no?
Y claro que debemos criticar al pseudo-liberal que dizque gobierna México, porque:
- No respeta a la iniciativa privada ni a la propiedad privada.
- No genera seguridad jurídica a las inversiones.
- Lanza acusaciones de “corrupción” sin pruebas fehacientes.
- Entorpece el funcionamiento del libre mercado.
- Vomita rechazo “neoliberalismo” mientras se ufana de la entrada en vigor del T-MEC, que es la versión actualizada del “neoliberal” TLCAN del “neoliberal” Carlos Salinas de Gortari.
- Pisotea la laicidad del Estado usando políticamente a la religión.
- Descree de la cultura del esfuerzo y del desarrollo autónomo de los individuos y, por ello, somete y humilla con sus programas limosneros a las capas más necesitadas de la sociedad. Todo con tal de no perder su caudal electorero.
- Destina muchos millones de pesos del gasto público a mantener ejércitos de huevones, parásitos y zánganos, como en el caso de Jóvenes Construyendo Futuro.
- Construye universidades “patito” y protege a las hordas sindicales (SNTE-CNTE) que mucho daño le han causado a la educación pública, cuando México ya debería estar transitando vigorosamente hacia la educación universal en línea.
- Se queja de la mala actuación de las autoridades de Guanajuato con respecto a “El Marro”, pero justifica su incompetencia con respecto a la liberación de “El Chapito”.
- Permite que grupos vandálicos, como las feministas, los maestretes y los “anarquistas” delincan a la vista de todos, sin consecuencias penales de ningún tipo.
- No promueve un marco jurídico inteligente y moderno con respecto a las drogas, las armas, el juego y la prostitución.
- Apuesta por las fuentes energéticas más contaminantes.
- Se obsesiona con obras faraónicas (Santa Lucía, Dos Bocas y Tren Maya) que terminarán en fracaso, mientras México está urgido del Ingreso Básico Universal.
- Confunde la “austeridad” con recortar presupuesto a lo pendejo.
- No ha sabido responder al reto sanitario y económico del Covid-19.
- No respeta los principios federalistas y, como Porfirio Díaz, pretende domesticar al Poder Legislativo y al Poder Judicial.
- Reparte discrecional y caprichosamente los recursos públicos destinados a la publicidad gubernamental.
- Presume pobreza ganando 108 mil pesos al mes y atendiéndose en el carísimo Hospital Médica Sur.
- Se somete a las instrucciones del magnate Donald Trump, mientras presume soberanía.
¿Le seguimos? ¡La lista es larga, muy larga!
Pero esta breve lista basta para saber por qué al Nerón de Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador, le molesta tanto la crítica de la prensa: le arrojamos a la cara, todos los días, sus errores, sus desatinos, sus incoherencias, sus torpezas, sus contradicciones…
¡La prensa nació para incomodar al gobierno, no para alabarlo!
Por ello, es un deber y un placer criticar al Presidente.
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Este artículo de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.