Poco qué celebrar y mucho qué lamentar

Francisco Garfias

Francisco Garfias.

A dos años del arrollador triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las urnas, hay mucho qué lamentar y poco qué festejar.

México es más pobre, más violento, está enfermo, dividido, con desempleo récord y sin expectativas de mejorar.

Vivimos bajo el principio de “austeridad republicana” que ha dejado al gobierno en los puros huesos.

No alcanza el espacio para mencionar todos los programas de apoyo que desaparecieron para dar paso a la “entrega directa” de los recursos. Programas clientelares, pues.

Todavía ayer fueron despedidas entre 80 y 100 personas de la Comisión Regulatoria de Energía como parte de los ajustes anunciados a los órganos autónomos.

El discurso oficial hace apología de la pobreza y anatemiza la riqueza.

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En el frente económico los resultados son francamente negativos. AMLO prometió un crecimiento del 4 por ciento promedio durante su sexenio.

No podrá cumplir. Transcurrida una tercera parte de su sexenio, todavía no sabemos lo que es crecer.

Los defensores de la 4T argumentan que se atravesó el virus, pero antes de la pandemia habíamos decrecido un 0.1 por ciento. El “tan bien que íbamos” del presidente nunca tuvo sustento.

La caída de PIB que se perfila para este año es de más del 10 por ciento, según el FMI.

Por eso AMLO quiere eliminar esas siglas para medir el avance económico y centrarse en el “bienestar” que, la verdad, no vemos por ningún lado.

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El empleo se desplomó a niveles nunca vistos. Un millón 100 mil personas que estaban registradas en el IMSS se quedaron sin trabajo por la pandemia, según cifras oficiales.

Los “informales” no son medibles, pero es una verdad aceptada que por lo menos representan el doble.

La falta de trabajo y oportunidades es fuente de disturbios sociales e inseguridad.

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Día con día la terca realidad tumba el discurso autocomplaciente del presidente sobre los avances en la lucha contra la violencia en este país.

El 2019 ha sido el año con más homicidios dolosos desde que se lleva la cuenta oficial, hace más de dos décadas: 34,582 asesinatos.

El 2020 pinta peor. Este mes de junio nos trajo el día más sangriento año: 117 homicidios en todo el país. Los sicarios no se detienen ante nada.

Botones de muestra. El crimen organizado envió esta semana a la rectora de la Universidad de Valladolid, María Guadalupe Aguilar, a acompañar al juez Uriel Villegas y a su esposa, masacrados en Colima delante de sus hijitas (3 y 10 años) y de su nana, el 16 de junio.

Lo mismo le pasó en Colima a la diputada local Anel Bueno, secuestrada en abril, su cuerpo fue en una fosa clandestina, a principios de mes, en Tecomán.

A ese viaje sin retorno estaba invitado el secretario de Seguridad Pública de la CDMX, Omar García Harfuch.

El blindaje de su camioneta y la respuesta de sus escoltas, en minoría numérica y de armas, impidieron que lo realizara. Dos escoltas y una humilde mujer, víctima colateral, sí hicieron ese viaje.

Los días terminan cotidianamente con su cargamento de homicidios. 97 cada 24 horas, en promedio.

A lo largo de los 19 meses de AMLO en el poder, hemos visto decisiones cuestionadas como la liberación de Ovidio; masacres terribles como la de los Lebaron (niños y mujeres).

Pero también accidentes lamentables, Tlahualilpan; hechos incomprensibles, la liberación de los familiares de El Marro en Guanajuato quien, en respuesta, mató ese día a tres policías de Silao.

La vida no vale nada.

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Los lugares que ocupamos a nivel mundial en el manejo del Covid-19 reflejan la situación de vulnerabilidad del sector salud.

En letalidad alcanzamos el podio. Somos terceros por debajo de Italia y Gran Bretaña con (12.2 por ciento) séptimos en número de defunciones (27 mil 769) y décimo primeros en contagios (226 mil 89).

Nada qué presumir.

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De las pocas cosas rescatables de este régimen es, en efecto, la atención a los pobres. Nunca se les había puesto por delante, más que en el discurso.

El combate a la corrupción, con sus bemoles, es otro rubro donde hay avances. Ya es delito grave. Si te sorprenden no hay forma de que te salves de la cárcel.

Personalmente no tengo queja de la libertad de expresión, pero he sido testigo de que el propio AMLO encabeza una campaña de intimidación contra comunicadores y medios que lo critican. “Derecho de réplica”, lo llama.

No estoy de acuerdo en que haya renunciado a utilizar todo el peso del Estado para garantizar la paz y tranquilidad en este país, so pretexto de no reprimir. Eso es alimento para la impunidad.

FIN.

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