Marissa Rivera.
El banderazo oficial para las elecciones del 2021 se dará, si el Covid-19 lo permite, la primera semana de septiembre de 2020. Pero la carrera ya comenzó.
A nadie sorprende que el partido en el poder tome la delantera hacia las elecciones intermedias. En su momento, el PRI y el PAN también lo hicieron. La única diferencia son los momentos difíciles que hoy vive el país y que, sin duda, incidirá en los comicios.
El presidente anunció que va a estar pendiente de que no haya fraude electoral, “me voy a convertir en guardián para que se respete la libertad de los ciudadanos”, dijo.
A muchos les molestó la intromisión y le exigieron ser guardián del número de muertos y contagiados que no cesan en el país; de los millones de personas se han quedado sin empleo; de los millones de mexicanos que no tienen ni para comer; de las miles de empresas que han cerrado por la crisis económica. En fin, le pidieron ocuparse de lo inmediato y no distraerse, con un tema que solo a él y a su partido les preocupa.
Y es que hay de guardianes a guardianes.
Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su libro “Cómo mueren las democracias”, explican en un sistema de controles debe darse un delicado equilibrio entre el poder ejecutivo y los poderes legislativo y judicial.
El Congreso y los tribunales deben supervisar y en caso necesario controlar el poder del presidente. Pero, también deben dejarlo trabajar, para el buen funcionamiento del gobierno. Ellos son los perros guardianes de la democracia.
Pero, si no hay estas normas, el equilibrio es difícil de sostener.
Bajo un gobierno dividido, con instituciones en manos de la oposición, hay el riesgo de que bloquear e incluso esquilmar al gobierno. Entonces, los perros guardianes se vuelven perros de presa.
Sin embargo, en un gobierno unificado, donde las instituciones legislativas y judiciales están en manos del partido del presidente, el riesgo es la abdicación. Quienes ostentan el control del Congreso anteponen la defensa del presidente y en lugar de ser supervisores permiten que el presidente apruebe leyes a modo. Entonces, los perros guardianes se convierten en perros falderos.
Si se trata de tener guardianes de la democracia, démosle las herramientas a la institución encargada de ello y dejémosla trabajar. El único guardián electoral autorizado por la Constitución es el INE, que se encuentra mermado, por la falta de nombramiento de cuatro de los 11 consejeros que la integran.
Estamos frente a elección más grande de la historia. Se elegirán 28 mil cargos. Se renovarán la Cámara de Diputados (por primera vez, habrá posibilidad de reelección), 15 gubernaturas (Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas), 30 congresos locales y 2 mil ayuntamientos.
Sí, hay mucho nerviosismo por lo que está en juego. Pero no debería haberlo, quienes gobiernan, aseguran que lo están haciendo bien, entonces no tienen de qué preocuparse.
La oposición cree que las medidas económicas y el manejo de la pandemia, no fue el correcto y que el impacto ha sido negativo. Pues, ahí están las urnas.
En su más reciente encuesta, Consulta Mitofsky, señaló que la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador es del 46. 1 por ciento, el nivel más bajo que ha tenido desde que llegó al poder.
En marzo de 2019, su aprobación era del 80 por ciento. Seguramente habrá otros datos, el hecho es que esta encuesta unos la presumen y otros la denuestan. Para eso estarán las urnas. Ya veremos de qué tamaño es el costo político o el agradecimiento.
En plena pandemia, el presidente comenzó sus giras por varios estados del país. Lo acusaron de iniciar, lo que mejor sabe hacer, que es andar en campaña. Él respondió que el país no podía paralizarse y dio banderazos a dos de sus principales obras de infraestructura.
El INE no la tendrá fácil.
Y menos si uno de los principales actores será el Presidente de la República.
