Por Patricia Betaza.
¿Qué hay detrás del odio? ¿Cómo se engendra? ¿Hasta dónde nos puede llevar? ¿Por qué las mentes más inocentes pueden quedar atrapadas en sus redes? ¿Por qué el fantasma del fanatismo siempre está presente, aun después de experiencias desastrosas? Estas preguntas pueden encontrar explicación en la película Jojo Rabbit. Y porque los tiempos actuales exigen reflexionar sobre los extremos que soplan y permean en las mentes y en los corazones. Porque el odio campea como nunca cuando las visiones en blanco y negro no permiten el diálogo y solo obnubilan el pensamiento.
Es la Alemania nazi. A solo unos meses de que los aliados ayuden a poner fin al horror, se ven a las juventudes hitlerianas recibiendo la propaganda del odio. Solo la propaganda –esa que repite incansablemente para atraer adeptos, fieles, seguidores, adoradores- hace que hasta un niño se sienta comprometido a defender una causa. En Jojo Rabbit el humor negro se impone. Piense usted en Jojo de 10 años, cuyo “amigo imaginario” es Hitler. Un Hitler de caricatura; de lo que se trata es que con la sátira de uno de los momentos más negros de la historia de la humanidad, se logre sacudir la conciencia. ¿Tenía razón tanto odio contra los judíos? ¿Realmente se podrían distinguir uno de otro por los rasgos, o tal vez por el olor? Pero era tal el discurso del mal repetido hasta el cansancio que así se escribió una deplorable y triste página de la historia.
En medio de tanto odio, los sentimientos de compasión afloran, ya sea por un indefenso conejo, o por ver una mariposa. Todo cambia en la visión del pequeño nazi cuando conoce a una niña judía. Y es que aún en ese fango negro, hubo seres humanos valiosos a quienes no les importó exponer su vida por salvar a otros. A quienes a pesar del resentimiento engendrado encontraron oxígeno en medio de ese torbellino.
En los tiempos actuales de tanto odio diseminado, Jojo Rabbit es una película que nos ayuda a reflexionar sobre la dimensión que cobran los extremos ideológicos. Sí, con un toque irreverente del nazismo. El filme arranca risas, pero también lágrimas y es del director, escritor y actor neozelandés Taika Waititi. Hay que verla. La humanidad no se merece tanta infamia y tanto desprecio.