Rubén Cortés.

El 11 de septiembre de 2012, un grupo de manifestantes asaltó el consulado estadounidense en Bengasi, Libia, y quemó vivo al embajador, dos SEAL y un especialista en tecnologías. Inteligencia Nacional aceptó que los ataques fueron “deliberados y organizados por extremistas”. 

Y el presidente Obama se rehusó a enviar refuerzos para rescatar al personal de la embajada, se negó a tomar represalias para no provocar una escalada militar en Medio Oriente, ni empañar su segura reelección seis semanas después. 

El último día del año pasado, un grupo de manifestantes atacó la embajada estadounidense en Bagdad y mató a un contratista. Inteligencia Nacional documentó que los ataques fueron “deliberados y organizados por el segundo al mando en Irán”. 

Y el presidente Trump ordenó, en represalia, matar con misiles al general Qasem Soleimani Soleimani, jefe, desde hacía 30 años de la “CIA iraní”, responsable de las acciones militares encubiertas de las fuerzas iraníes en el extranjero, como el reciente ataque a la embajada estadounidense en Irak. 

Las respuestas americanas a las crisis de Bengasi 2012 y Bagdad 2019 representan dos formas de ver la política, sin miramientos de que se trate, como en este caso, de la principal potencia militar del mundo: Obama primero negociaba y después actuaba; Trump actúa y después negocia. 

Por ejemplo, Fidel Castro gobernaba una isla 80 veces menor que Estados Unidos, y, ante Washington, siempre actuó primero y negoció después. En 1996 tumbó con misiles dos avionetas civiles estadounidenses por considerar que violaban su espacio aéreo, y luego negoció. 

Fidel Castro consiguió levantar el ánimo patriótico de sus gobernados en pleno “Periodo Especial”, que los obligaba a dormir en los techos para aliviar el calor ante la falta de electricidad para los ventiladores, y regaló a Clinton la propaganda anti castrista cuando éste firmó la Ley Helms-Burton. 

Ahora, Trump mató al segundo al mando de Irán y su lugarteniente, con lo cual aceleró su carrera casi en solitario a la reelección y le regaló a líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, la propaganda anti yanqui, al no responderle a dos ataques a bases estadunidenses en Irak. 

El martes, Jamenei lanzó misiles que abrieron hoyos en terraplenes que rodean a dos bases estadounidenses en Irak, pero los vendió a su gente como la venganza sangrienta contra el Gran Satán por el asesinato de Soleimani, lo cual fue repetido textualmente por todos los medios del mundo. 

Contrario a lo esperado de un “gran imbécil”, Trump regaló el triunfo propagandístico a Irán y lo invitó a llegar a acuerdos que le permita prosperar económicamente y aprovecharse de todo su potencial como país. 

Y es una escuela de hacer política, eh:

 Exigir, desde el principio, 90 por ciento de lo que quieres.

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