Patricia Betaza.
Uno de los libros más crudos que leí el año pasado fue Iluminada de la estadounidense Mary Karr. Un ejercicio de honestidad y dureza por parte de la autora para hablar de su problema de alcoholismo y lo mejor, cómo pudo vencerlo. En casi 600 páginas llenas de anécdotas desde la infancia hasta su vida adulta, Karr dice por qué decidió contárselas a su hijo. Entre sus múltiples peripecias en las fiestas etílicas, Karr suelta una frase tan simple pero tan complicada de cumplir: “mi mejor terapia fue dejar de beber”. Tan tan.
Lo que parece simple, en realidad requiere esfuerzo, disciplina y no andarse con miramientos ni justificaciones de ningún tipo. Así sucede con todos los propósitos que nos planteamos cada vez que empieza un Año Nuevo: dejar de fumar, beber, gastar de más, cuidarse el peso, evitar la comida chatarra, las relaciones tóxicas… etc. etc. Según algunos psicólogos los “buenos propósitos” en realidad duran a lo máximo dos o tres meses porque la mente empieza a boicotearnos y a justificar con “bueno, ya mañana voy al gym, hoy estaba cansada”…. “no voy a fumar, solo fue un antojo”…. “solo fue una borrachera porque fue la fiesta de mi mejor amiga”…. “no quería gastar más de lo que gano, pero creo que lo merecía”. Así las frases para la justificación se hacen interminables.
Un amigo psicólogo me dio algunas recomendaciones que deseo compartir con ustedes a propósito del Año Nuevo:
1.- Todo lo que es nuevo implica un cambio. Y qué mejor pretexto que el inicio de un año.
2.- Hacer metas realistas y sencillas para cambiar -lo que me dice- se trata de hábitos arraigados que ligamos con circunstancias. Por ejemplo: fumarse dos cigarritos después de comer, que luego en una fiesta con alcohol se convierten en 10. El cigarro es un hábito negativo siempre y lo mejor es al principio y dependiendo de la cantidad que se fume, disminuirlo poco a poco, hasta que de pronto como Mary Karr, dejarlo para siempre.
3.- Lo mismo sucede con el alcohol. Él tiene un método muy bueno. Dice hay que tratar de saborear despacio cada copa. Y en cuanto se termina, intercambiarla con un vaso de agua o refresco. Ponerse dos o tres copas como meta. Y sino se puede, pues simplemente evitarlo.
4.- Para gastar fuera del presupuesto considera que lo mejor es ir anotando en una libreta los gastos que se hacen y apuntar si es que son o no necesarios. Cuando estemos a punto de sucumbir por algo que se nos atraviesa en un centro comercial, mejor cambiar de rumbo, pensar en otra cosa y hasta salirse del lugar y respirar. Pensar dos veces si es necesario comprarlo.
5.- En cuanto al ejercicio, dice que lo mejor es empezar paulatinamente, con ligeras caminatas, sin invertir en gimnasios. Caminar y hacerlo un día si y otro no, hasta hacer que el ejercicio se convierta en una forma de vida. No hacerlo como castigo por haber comido mucho, sino como algo placentero que ayuda a quitarse el estrés. Así hasta comenzar con rutinas y otros ejercicios. El cuerpo tiene que habituarse poco a poco al cambio. Es mejor hacer 20 minutos de caminata diaria, que hacer dos horas dos veces a la semana.
6.- Para la comida en vez de dietas drásticas recomienda ir reduciendo las cantidades. Y poco a poco ir eliminando los alimentos que no aportan en absoluto nada: los azúcares simples, las harinas refinadas y los alimentos altamente procesados. Muy buena idea el etiquetado de los alimentos. Antes de pedir una hamburguesa, mas vale fijarnos en la cantidad de calorías que tienen. ¡Salí despavorida cuando vi que la más pequeña tenía 1700 calorías!
Como en la vida diaria de los seres humanos comunes y corrientes, los propósitos siempre son buenos, pero solo se cumplen cuando están basados en metas realistas. De lo contrario van encaminados al puritito fracaso. Mejor seguir el consejo de Mary Karr: no andarnos por las ramas.