Raúl Flores Martínez.
Qué tan temerario se volvió vivir en Guanajuato que algunas han decidido abandonar sus hogares, trabajos y vida para evitar ser presa del crimen organizado.
La disputa entre las células del Cártel de Santa Rosa de Lima contra el Cártel Jalisco Nueva Generación ha dejado una estela de muerte y sangre.
De acuerdo con estadísticas del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, en Guanajuato se cometen, en promedio, 10 homicidios por día.
Tan solo en enero se cometieron 308 homicidios dolosos, es decir, un 37 por ciento más, de los que se presentaron en el mismo periodo del año anterior.
Si esto no bastará, el crimen organizado va con el famoso cobro de piso o extorsión que es lo mismo, principalmente a tortillerías, panaderías o medianos negocios en la ciudad de Celaya, donde se está registrando el fenómeno que se dio en Ciudad Juárez hace unos 10 años con el cierre de negocios.
En Guanajuato, estas luchas intracarteles también afecta directamente a la ciudadanía con el secuestro de menores de edad que son reclutados a las filas de los criminales.
En otros casos, el mandamás del Estado, José Antonio Yépez Ortíz, alias “El Marró”, paga jugosas cantidades o entrega recursos a las poblaciones para tenerlos como base social en contra de las Fuerzas Armadas.
Desde hace unos ocho años en Guanajuato la vida no vale nada, tal parece que el maestro de la música vernácula José Alfredo Jimenez en su canción “Camino de Guanajuato” predecía lo que se vive en la actualidad.
“No vale nada la vida,
La vida no vale nada.
Comienza siempre llorando
Y así, llorando, se acaba;
Por eso es que en este mundo la vida no vale nada”.