Alejandro Rodríguez Cortés*.
Más de la mitad de los casi 125 millones de mexicanos que somos, el 51.1 por ciento, son mujeres. Sí: el Censo Nacional de Población y Vivienda que levantará en unos días el INEGI seguramente reportará a aproximadamente 64 millones de personas del sexo femenino en nuestro país.
A pesar de que en el último medio siglo la participación femenina en el mercado laboral de México ha crecido en forma muy importante para llegar a un 46 por ciento de la población económicamente activa, o sea poco más de 22 millones de trabajadoras, la brecha aún es amplia.
Como miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), registramos la segunda tasa de participación laboral femenina más baja entre sus 36 miembros, tan solo superados por Turquía.
Esta desigualdad es mucho mayor si consideramos una diferencia de 16 por ciento en cuanto al salario comparado con el de los hombres, sin contabilizar las labores no remuneradas que diariamente realizan millones de mujeres en nuestro país.
El 90 por ciento del trabajo sin remuneración en México es realizado por mujeres, lo que equivaldría a 25 puntos del PIB. Una barbaridad.
Estudios del Banco Interamericano de Desarrollo calculan que si se cerrara por completo la brecha de género en materia de trabajo, el Producto Interno Bruto podría crecer en más del 30 por ciento. Hay avances, pero falta mucho camino por recorrer.
Ser mujer en México es francamente difícil. A esas diferencias que mencionamos hay que agregar discriminación, acoso, agresiones, violencia y -desgraciadamente- muerte.
Rezagos educativos estructurales manifiestos en estereotipos vinculados al machismo, vulnerabilidad en las calles, falta de oportunidades laborales, acoso sexual en el centro de trabajo y la creciente violencia de género han estado ahí desde hace muchos años, pero en estos días muestran su peor parte.
La última semana ha develado el implacable y cruel rostro de la criminalidad contra la mujer, y generó un movimiento de género que busca culminar con una marcha el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, y con un paro laboral femenino al día siguiente.
Un día sin mujeres. ¿Qué significa para México en términos económicos?
Primeramente, solo en materia laboral implicaría la ausencia de más de 22 millones de mujeres en sus centros de trabajo, que dejarían de producir el equivalente a que la industria automotriz nacional -la más importante generadora de riqueza- suspendiera sus actividades por 24 días consecutivos.
Pero lo más importante del éxito en la iniciativa de Un Día sin Mujeres sería, sin duda, el simbolismo de un “ya basta” a lo inaceptable, a lo vergonzosamente oprobioso del problema.
Muchas empresas han manifestado ya su respaldo a la iniciativa. Esperemos que sean muchas más, aunque me parece que esto ya será imparable de cualquier manera.
En el gobierno, la politización extrema y la defensa a ultranza de la mal llamada Cuarta Transformación busca desvirtuar esta lucha, aunque ahí hay todavía voces sensatas que la respaldan en bien de todas y de todos.
Espero que éstas sean las que prevalezcan en este mezquino ambiente donde si no opinas lo mismo estás en contra, y si lo estás, eres poco menos que apátrida. Lamentable.
Pero lo importante, es sumarnos todos a esta lucha de vida o muerte.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz