México.- Irma Reyes se dice avergonzada, adolorida, sorprendida, pero no arrepentida de haber recibido a su sobrino Mario con su esposa y tres hijos, de haberles dado techo y comida unos días, de haberles sacado la confesión de su crimen, el cometido contra la niña Fátima, después de verlos en las noticias. Menos lamenta, por supuesto, su plan improvisado para engañar a la pareja, buscar auxilio y entregarla a la policía. Sobre la recompensa, ni hablar: ella solo quiere que se haga justicia a la pequeña.
Qué impacto enterarse de esta noticia, ¿no?
Mucho dolor, mucha vergüenza, porque es de mi sangre y lo protegí unos días sin saber lo que estaba pasando. Me siento avergonzada, pero no arrepentida de haber hecho lo que hice, de haberlos denunciado.
¿Cuándo llegaron ahí con usted, Irma?
Los vi el 16 de febrero de 2020 (domingo). Llegaron como a las 16:00 horas.
¿Desde cuándo no los veía?
Mi hermano, el papá de Mario, se suicidó hace 24 años o 22, yo dejé de ver a Mario como cuando tenía tres o cuatro años.
Nadie había vuelto a ver a Mario. Venía con los tres niños y la chica (Giovanna), y me dijo: “Soy yo, su sobrino Mario”. Entonces yo me acordé del hijo de mi hermano Pepe, que en paz descanse, y le dije: “Hijo, soy tu tía Irma, ¿te acuerdas?”. Me dio un abrazo y me dijo que eran sus hijos y su mujer. Me preguntó por cuartos en renta y le dije que se quedaran conmigo en la casa, pero me contestó que querían estar solos para no causar problemas a la familia.
Después le pregunté si traían dinero, no traían, así que le dije: “Yo tampoco tengo, pero aquí abajo pueden quedarse, voy a darme ese permiso, que no debo, porque es la casa de tus primos. Mientras tú trabajas y pueden conseguirse un cuarto barato”. De hecho, mis hermanos no sabían nada, se molestaron, pero lo hice por los niños, porque los veo muy chiquitos. Entonces les enseñé dónde, les conseguí cobijas y ropa y les bajaba un taco. Los días 16 y 17 ya no los vi, ni el 18, pero en la mañana del 19 salgo, me asomo y le grito: “Oye, hijo, ¿ya conseguiste trabajo? Porque acuérdate que esta casa no es mía”. Me dijo: “Sí, tía, andamos en eso”.
Le dije: “¿Por qué no subes a los niños a ver la tele? Ya les hice palomitas”. Me dijo que no. Entonces el niño sube y me dice: “Es que mi papá no me deja ver tele, abuelita”. Pasó. Ya no tuve acercamiento con ellos hasta el miércoles, cuando vi en la tele primero la foto de Giovanna, pero me quedó la duda. Luego, enseguida sacaron la de mi sobrino y luego luego lo reconocí.
Entonces, bajo y los encaro: “¿Ustedes hicieron esa infamia? Están en la tele. ¿Ustedes fueron, verdad?” Luego luego su reacción fue de aceptación. Mario dijo: “Yo no fui, fue ella”. Ella empezó a llorar: “Quiero que me ayude usted”, y le dije que lo que hizo fue algo muy grave, algo inaudito: “Tienes que entregarte, tú tienes hijos”.
Ante la acusación de Mario, cuenta la tía, Giovanna aclara que entre ambos la estrangularon con dos cinturones.
¿Qué les respondió usted?
Les dije “qué barbaridad?” y pregunté: “¿Fue por dinero o por venganza?” Ella me dijo que “no”. Me confesó que conocía a la niña y a la mamá. Pedí a Mario que se bajara con los niños para hablar con ella. Cuando él se va, Giovanna se me hinca y me pide ayuda porque él fue quien la mandó. Y me cuenta entonces: “Él siempre me decía que quería un regalito, una niña para que fuera su novia y que si no se la llevaba, él iba a hacerlo con mis hijas. Él le hace a la mariguana. Por eso me fui por Fátima. Yo se la llevé”.
Después del abuso sexual, relató Giovanna a la tía de Mario, la niña lloraba mucho, se espantaron y él decidió que la mataran.
¿Qué pasó después, Irma?
Le dije a la chica: “No te vas a ir sola”. Entonces salgo de la casa y le llamo a él, pero yo tenía temor y nunca le dije que yo sabía todo. Trataba de hacer tiempo, porque no sabía qué hacer, me daba miedo, estaba sola, con mi compañera y con ellos. Dije: “Ahorita regreso, voy al baño”. Salgo a la carretera y venían mi hermana y mi cuñado: “Manita, que tu esposo me haga el favor de ir por los municipales”. Me dijo: “¿qué pasó?”. Le dije: “Voy a entregar a Giovanna y a Mario, ellos fueron los que están en la tele”.
Pero él como que ya sospechaba me dijo: “Ya me voy, tía”. Y yo le dije: “Mira, hijo, sí la voy a llevar, pero acompáñame al monte. Ahí la vamos a dejar”. Y salí con los dos, caminamos, pero me daba miedo. En eso venían los municipales y les dije: “¡Ya, se acabó, hasta aquí llegó!” Entonces ella se pone a llorar y él quiere irse, yo lo detengo de la cintura y le dije: “¡No, tú también tienes que pagar tu delito!” Y me dijo: “¿Por qué me hizo eso, tía?”.
¿Y qué pasa con los niños?
Giovanna ya no reaccionaba, había mucha gente. Se van y yo me bajo con los niños y les digo: “Vénganse”. Los subí, les di de cenar y los acosté. No sé como a qué horas llegaría su abuelita, mi excuñada, Cristina… ignoro sus apellidos.
Y hasta ahí terminó.
Soy mujer, he sido violada. Tiene que haber justicia. Y no quiero lucrar con esto, yo no sé nada de si van a dar (había una recompensa de 2 millones de pesos para quien informara sobre la pareja)… yo solo quiero que se haga justicia.
Milenio / Azucena Uresti