Rubén Cortés.

Es natural: cada cual se considera autor exclusivo de su actitud, de sus convicciones, de sus actos: de sí mismo. Pero un buen día, percibimos a nuestro alrededor una comitiva de personas y reconocemos en ellas a algunas sin las cuales no seríamos lo que somos. Jean Daniel las llama “los míos”. 

Así arranca el prefacio de Milan Kundera al libro Los míos, de Jean Daniel (Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, 2012). Jean Daniel murió ayer, a los 99 años de edad y con los periódicos de papel encima de una butaca de su departamento de París: porque todavía leía, en papel, por supuesto. 

Quiere decir que murió como debía morir el periodista más emblemático del periodismo humanista europeo del siglo pasado, fundador del semanario francés Le Nouvel Observateur, que dirigió hasta 2008, con una línea editorial contraria a la izquierda totalitaria y dogmática. 

Jean Daniel, un judío argelino de Blida que, todavía a los 91 años, se dio tiempo y talento para dejarnos esa maravillosa galería de 52 retratos de Los míos, que empieza con Ella: una descripción espléndidamente amorosa y desagarradora sobre su madre. 

“Te irás. No debes quedarte en este agujero”, le decía su madre mientras caminaban por los huertos y jardines de Blida. Imperativo curioso de una madre a un hijo que, “juntos formábamos parte del orden del mundo. Mi madre estaba en mí, yo estaba en ella”. 

Es un libro con semblanzas de colección sobre personajes como Matisse, Gide, Camus, Malraux, Sartre, Foucault, de Gaulle, Churchill, Octavio Paz, Solzhenitsyn. Pero Ella es de un primor que embarga, el recuerdo sobre su madre de un hombre de 90 años: 

Recibí de mi hermana pequeña la prueba de amor más conmovedora desde que existen las cartas de amor. Me decía que mi madre había concluido así una conversación: “Cuando Jean vuelva, ya no tendremos derecho a ser desgraciadas”. Y cuando volví, reinó la felicidad en estado puro. 

Aunque la densidad literaria y política está en El sol de la fuerza oscura, el retrato sobre Albert Camus, su amigo y mentor, también compatriota de la Argelia francesa, porque el Nobel de Literatura de 1957 nació en Mondovi. Además, era periodista como él: 

Camus vivía su fama con una insolencia que irritaba a veces a los que no sabían que ese triunfo surgía de un paréntesis de dos crisis de tuberculosis, y que lo que expresaba durante su convalecencia era la victoria sobre la muerte posible. 

Jean Daniel no se quedaba atrás: era famoso por su mal genio. Pero será inmortal por dejar un impar concepto de periodista que mezcla el reporteo oportuno con una chispeante capacidad para interpretar los hechos, y una redacción imaginativa, literaria: 

Un periodista escritor. 

Un periodista intelectual.

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