Raúl Flores Martínez.

Cuántas muertes de mujeres se deben tener al día para que las autoridades de la Ciudad de México y el país entero en sus tres niveles de gobierno pongan un alto.

En las últimas semanas el caso de Ingrid Escamilla, nuevamente movilizó a los colectivos feministas, exigiendo justicia para la joven que murió en manos de su pareja.

Ayer nuevamente otra muerte en la Ciudad de México, otro feminicidio; ahora contra una pequeña de entre siete y 10 años de edad en la alcaldía de Tláhuac.

Por respeto a la memoria de la pequeña y de la familia, solo puedo expresar que poca madre de quien le haya quitado la vida, que poca madre de la sociedad y el gobierno que no actúa para darle seguridad a las ciudadanas.

Con estas muertes, nos damos cuenta que los mentados protocolos que han querido poner en marcha las autoridades capitalinas, no están sirviendo, no son aplicables porque siguen las muertes.

Tal parece que la muerte ya está en casa y no se quiere ir; esa muerte, que llegó para quedarse para matar jóvenes que les cortan su vida.

Tal vez sea el momento de que las autoridades apliquen de manera efectiva las leyes; sin titubeos, sin consentimiento y, sobre todo, que se levanten las denuncias desde el momento en que lo requieran las posibles víctimas.

Primero fueron las desapariciones de niñas y jóvenes mujeres, ahora las están matando con el consentimiento de las autoridades de los tres niveles de gobierno que hasta el día de hoy, solo hablan de protocolos, pero ninguno ha servido.

Es difícil reconocerlo, pero la muerte ya está en casa y será muy difícil que salga, muy difícil que se erradique.

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