Alejandro Rodríguez Cortés*.
No hay un solo dato o escenario razonable que permita augurar el éxito en la estimación del gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación para el crecimiento económico de un 2 por ciento durante este año.
Pero eso no es lo peor.
No han pasado ni siquiera dos meses de este 2020 y ya fueron ajustadas media docena de pronósticos de instituciones financieras, analistas y encuestas, que oscilan entre 0.5 y 1.2 por ciento en cuanto al avance del Producto Interno Bruto Nacional.
Desgraciadamente, y aunque parezca exagerado porque el panorama de por sí no es muy halagüeño, yo no soy tan optimista.
Prevalecen las condiciones que detuvieron el modesto pero consistente avance del PIB en los últimos años y todo parece indicar que se mantendrán durante este año: inversión contraída, desconfianza por decisiones de política pública local e incertidumbre con lo que pase en la economía global.
La firma del nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá no cambiará en automático la apática actividad industrial ni la cautela de los inversionistas no financieros, como tampoco lo hará la retracción china ocasionada por la emergencia sanitaria del coronavirus.
Nos costará mucho trabajo superar las consecuencias de no haber aprovechado el crecimiento norteamericano de 2.3 por ciento durante 2019, ese que tanto presume Donald Trump de cara a su muy probable reelección. Y si la economía de nuestro vecino se contrae ligeramente como todo parece indicar que sucederá, México tendrá menos margen de recuperación.
Y si Trump ya no puede jactarse tanto del desarrollo económico y de la creación de empleos para su base electoral, ya en plena campaña arremeterá nuevamente contra nuestro país. Y no me extrañaría incluso que llegara al grado de amenazarnos nuevamente con restricciones comerciales aun cuando estemos estrenando el flamante y sobrevalorado TMEC.
Nos guste o no, la economía mexicana está intrínsecamente ligada a la estadounidense, y ni el TMEC es el remedio definitivo ni Trump es un socio confiable.
Ahora bien, si durante 2019 el pretexto del discurso oficial de la administración de Andrés Manuel López Obrador para justificar la falta de crecimiento fue que se trató de un primer año de gobierno, la pregunta es cuál será para el inminente estancamiento del segundo.
La respuesta no tardó en llegar. Aún sin que llegue a provocar en México una emergencia epidemiológica como la que creó en 2009 el virus de la influenza AH1N1, los efectos del coronavirus en la economía de China y por lo tanto en la de Estados Unidos, configurarán la perfecta justificación del desastre económico mexicano. Y si -espero que no- el virus afecta a población mexicana, pues más a favor de mi argumento.
Otro pretexto, pues, más creíble que el falso debate sobre si lo importante es el bienestar por encima de la expansión del desarrollo económico y la generación de nueva riqueza nacional.
Y será, pues, otro año perdido en materia económica.
Así la 4T.
*Periodista, comunicador y publirrelacionista
@AlexRdgz