Carlos Arturo Baños Lemoine.
Sabíamos que llegaría este momento. Y sabíamos, también, que Andrés Manuel López Obrador es un político engaña-bobos, de ésos que nunca deben llegar al gobierno porque no están preparados para las altas responsabilidades que ello supone. Ni modo, 30 millones de “incautos” lo hicieron Presidente de México… ¡y allí están las consecuencias!
Se trata de un político mesiánico, necio y demagógico que se ha rodeado de buhoneros, eunucos y zalameros. ¡Vaya combinación explosiva! Ninguno de sus cortesanos será capaz de contradecirle, porque quedaría desempleado o congelado. Todos ellos están siempre dispuestos a rubricar todas sus ocurrencias evangélicas.
Tanto que se obstinó en llegar a la Presidencia de México para esto, caray.
Pues así están las cosas: en un país como México, con un régimen presidencialista, el Presidente es a la vez Jefe de Estado y Jefe de Gobierno, al menos formalmente; y esto supone que el Presidente debe ser el líder que encabece y conduzca los esfuerzos nacionales para llevarlos a buen puerto, sobre todo en épocas duras y problemáticas, como la que actualmente atravesamos.
¿Y qué tenemos? Tenemos una pandemia, lo que no tenemos es Presidente.
Insistamos: el Presidente de la República debe ser el máximo líder de la conducción política y administrativa de este país. El Presidente debe tener el talento y la visión para conducir eficazmente al país. Debe ser quien convoque a todos los Poderes de la Unión, a todos los gobiernos de las entidades federativas, a todos los sectores de la sociedad, a todos los organismos constitucionales autónomos, a todas las organizaciones empresariales, a todos los sindicatos, a todas las iglesias, etc., para desplegar una sola estrategia a objeto de enfrentar la crisis que nos amenaza.
¿Y qué tenemos? ¡A un inepto de tiempo completo! ¡A un politiquero sin liderazgo!
El personaje que habita en el Palacio Nacional, que se siente Benito Juárez de Petatiux, ha procedido de forma irresponsable e incorrecta para enfrentar la crisis del COVID-19.
Sabíamos que la pandemia llegaría y, aun así, el Presidente no tomó las medidas necesarias para enfrentarla. Por eso, en estos días, sólo vemos palos de ciego y medidas desesperadas.
Comencemos por lo esencial: mentira que tenga tres meses preparándose para enfrentar la pandemia. Por eso, López Obrador no podría mostrar ninguna minuta, ninguna acta, ningún oficio, ninguna circular, ningún acuerdo, ningún protocolo, que demuestre su capacidad de anticipación, su capacidad de previsión; capacidad sustancial para un político responsable, para un verdadero estadista.
En el ámbito de la gestión pública y del Derecho Administrativo, lo que no consta por escrito simplemente no existe. La célebre y clásica “cultura del oficio”.
Mentira que López Obrador lleve tres meses preparándose para esta crisis. Mentira, vulgar mentira.
Justo por eso, y sólo como ejemplo, ahí tenemos a cientos (quizá miles) de médicos, enfermeras, camilleros y demás personal del sector salud protestando por falta de insumos, por falta de protocolos y por falta de instrucciones claras para atender la emergencia sanitaria.
Y eso se debe a la falta de previsión del Presidente, de la Secretaría de Salud, del director del IMSS, del director del ISSSTE, etc.
De allí la reciente medida desesperada de involucrar hegemónicamente a las Fuerzas Armadas en todo esto: hospitales encargados exclusivamente a los militares y contratación urgente (sobre las rodillas) de personal médico y de enfermería.
Claro, tenían que ser los militares, porque los civiles están rebasados y quizá haya que dar unos cuantos porrazos.
¿Tres meses preparándose para la crisis actual? ¡Qué imbécil se traga ese cuento!
Una más: ¿quién le dijo al Presidente López Obrador que lo problemas de salud pública y emergencia sanitaria sólo son asuntos de médicos y enfermeras?
¡Craso error! Por eso todos los días tenemos que soportar la sobreexposición churrigueresca del Subsecretario Hugo López-Gatell en los medios. Ya son muchos los traspiés que acumula este personaje, incluso dentro de su propia área (la epidemiología); y todo con tal de quedar bien con el zopenco de su jefe.
Pero ¿dónde están los demás “floreros” del gabinete legal y ampliado?
Fundamental es una política de racionamiento de bienes y servicios, para que todos los mexicanos cuenten con cantidades suficientes de las mercancías esenciales para sobrevivir en una emergencia. ¿Qué carajos han hecho al respecto la Secretaria de Economía, Graciela Márquez, y el Procurador Federal del Consumidor, Ricardo Sheffield?
Fundamental es, también, una política de apoyo a los empresarios, sobre todo a los micros, pequeños y mediados empresarios, quienes generan el 72% del empleo y el 52% del PIB. ¿Qué carajos han hecho al respecto la Secretaria de Economía, Graciela Márquez, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, la banca de desarrollo y la banca privada en coordinación con las autoridades hacendarias?
Fundamental es, también, una política de concertación entre trabajadores y empresarios orientada a: a) mantener las fuentes de empleo y la plantilla laboral, y b) pautar un plan de recuperación para cuando termine la pandemia. ¿Qué carajos ha hecho al respecto la Secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde?
Fundamental es, también, una política de estricto control migratorio y de apoyo a los extranjeros que no puedan regresar, por un tiempo, a sus países de origen. ¿Qué carajos han hecho al respecto la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard?
Fundamental es, también, una política que evite el desbordamiento de la inseguridad, la violencia y la delincuencia en épocas propensas a la desesperación, a los saqueos, al robo en pandilla, etc. ¿Qué carajos han hecho al respecto el Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, el Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, el Secretario de Marina, José Rafael Ojeda, y el Fiscal de la República, Alejandro Gertz Manero?
En fin, podríamos seguir, pero con esto basta para demostrar que la pandemia del COVID-19 agarró a López Obrador “en la baba”. Hubo exceso de confianza y, por tanto, exceso de irresponsabilidad.
Ineptitud, ineficacia, improvisación, imprevisión…
¡Tonto quien crea que el gobierno de López Obrador lleva tres meses preparándose para esto! ¡Tonto!
¿Las consecuencias de todo esto? Son de pronóstico reservado, porque en todo esto hasta la suerte juega para bien o para mal.
Yo, por vía de mientras, al ver la torpe y lerda reacción del gobierno en turno, ya me fui al Centro de la Ciudad de México a comprar mi “detente” del Sagrado Corazón de Jesús, y al Mercado de Jamaica a comprar lo necesario para prepararme mi mole de guajolote… ¡no vayan a resultar ciertas las sandeces que suelen decir los gobernantes de MORENA y de la Cuarta Transformación!
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Este artículo de análisis, crítica y opinión es de autoría exclusiva de Carlos Arturo Baños Lemoine. Se escribe y publica al amparo de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Cualquier inconformidad canalícese a través de las autoridades jurisdiccionales correspondientes.