José C. Serrano.
Tras una terca y obstinada declaración del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente de los Estados Unidos Mexicanos, en el sentido de que él está protegido de todo mal, por amuletos infalibles, escapularios y estampas alusivas a figuras emblemáticas del cristianismo, por fin, el viernes 27 de marzo exhortó a los mexicanos a quedarse en casa para evitar la propagación del nuevo coronavirus.
En un escenario de lujo: el Salón Tesorería de Palacio Nacional, el más grande y mejor iluminado de la edificación; uno de los espacios más elegantes, no por su amplitud ni por el suntuoso piso de mosaico, sino por la sobriedad dorada de su bronces, la proporcionada repetición de sus elementos constructivos y decorativos y la luz natural que se filtra a través del block de vidrio, el médico epidemiólogo Hugo López- Gatell Ramírez ha sostenido, por semanas, una desigual competencia con el presidente de México, sobre las medidas indispensables que la población de este país debe acatar para contener la multiplicación acelerada del Covid-19.
El mandatario giró radicalmente en la que había sido su política frente a la enfermedad, tras un aumento de casos y el número de fallecidos por la pandemia. El mensaje del primer mandatario se conoció después de que la Secretaría de Salud informara el mismo viernes de 717 casos positivos y 12 muertos por el Covid-19. Hasta hace algunos días, AMLO seguía recomendando a la población salir a la calle y él, en sus actividades, daba la mano y abrazos al pueblo sabio, no obstante las recomendaciones sanitarias.
Cae más pronto un hablador que un cojo, reza el dicho popular: “Ahora lo que queremos es que se retiren todos, que estén en sus casas, con sus familias, ayúdenos también a guardar la sana distancia y que haya higiene. He dicho y lo creo que más que los hospitales, tenemos que cuidarnos nosotros mismos, es mejor prevenir que lamentar”.
El acto de contrición asumido por el afamado tabasqueño, tendría mayor impacto, si lo compartiera con su correligionario Luis Miguel Barbosa Huerta, actual gobernador de Puebla.
Este silvestre barrigudo dijo el 19 de marzo último que los pobres son inmunes al coronavirus, debido a que los casos asociados a la pandemia son de personas ricas que realizaron viajes al extranjero; de las 40 contagiadas, la mayoría son gente acomodada. Él, se hizo un espacio en la estadística para ocupar un lugar entre los jodidos de este país. Por supuesto, que nadie tomó en serio la declaración de Barbosa. Quedó, como tantas otras, en el volumen de las ocurrencias.
El reculón (retroceso brusco) de AMLO será gradual. En la gira de este fin de semana visita Nayarit, Sonora, Sinaloa y Baja California, donde sólo supervisará obras. Quedan atrás los eventos masivos, los saludos de mano, los besos y los abrazos. Dice que seguirá puntualmente las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Pide a la gente de esas entidades “que no se lo tomen a mal el que no pueda corresponder a sus afectos”.
Por el bien del país y su gente, el médico Hugo López-Gatell Ramírez debe tomar sana distancia de las decisiones vacilantes de un inestable gesticulador.