¿A quién creerle? ¿A quién culpar?

Alejandro Rodríguez Cortés*.

La Convención Nacional Bancaria de este año fue diseñada para que los banqueros discutieran sobre innovación y modernidad, de nuevas tecnologías y seguridad cibernética en las transacciones financieras que realizamos todos los días, pero ello quedó totalmente eclipsado por la pandemia de coronavirus y sus inminentes e inevitables consecuencias económicas.

Más allá de la preocupación para evitar posibles contagios en un evento que bien pudo ser cancelado ante la emergencia epidemiológica mundial, los hombres del dinero fueron a Acapulco esperando un mensaje certero, creíble, esperanzador del gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación para enfrentar el resto de un año en que la economía global sufrirá severos daños, incluida por supuesto la de México.

Pero ese mensaje no llegó. Al contrario, la pregunta al finalizar el aquelarre bancario era: ¿le creemos al Secretario de Hacienda y Crédito Público o al presidente de la República?

Porque en medio de un caos financiero, con mercados bursátiles desplomándose, al igual que el precio del petróleo y el tipo de cambio peso-dólar, el siempre cauto Arturo Herrera habló de la inevitabilidad del golpe económico que se viene, convencido de que rehabilitar una economía recesiva debe iniciarse con un diagnóstico prospectivo correcto.

Sin embargo, al día siguiente y ante la sorpresa de todos los asistentes, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo, textual, que en México existen “condiciones inmejorables” para el crecimiento económico. Quiso hacernos creer que la ratificación del TMEC por parte de Canadá era lo único que faltaba para asegurar la prosperidad en los meses por venir.

¿En serio? ¿Con una economía que el año pasado no creció aún sin crisis y sin coronavirus? ¿Con un mundo donde países enteros han cerrado sus fronteras y contenido a sus habitantes para detener la propagación del virus, lo que trae ya serias consecuencias en cientos de miles de millones de dólares, euros o yuanes?

¿A quién creerle? ¿Al ministro de finanzas mexicano que reconoce el gris panorama por venir o al populista mandatario que sigue actuando como si no pasara nada, no solo besando y abrazando a quien quiera a pesar de las advertencias sanitarias, sino minimizando los perniciosos efectos en la economía?

Hace un año, López Obrador dijo desde la misma tribuna y frente a los mismos banqueros, que regresaría este 2020 para presumir un crecimiento de 4% en el Producto Interno Bruto Nacional, lo que sabemos que no ocurrió y sobre lo que calló, citándose a sí mismo, “como momia”.

No conforme con olvidar el incumplimiento de su promesa, el presidente ya se fue más allá: empezó a construir la narrativa de que en los primeros dos meses del año la economía mexicana empezaba a recuperarse, pero que todo se verá interrumpido por la situación epidemiológica. Mentira.

El entorno recesivo del año pasado se ve reiterado en las primeras cifras disponibles del trimestre inicial de 2020. Lo que está haciendo el inquilino de Palacio Nacional no es otra cosa que preparar el terreno para lo que será el pretexto que necesitaba para justificar lo que de cualquier forma no iba a ocurrir: que México crezca.

No crecerá el PIB nacional, al contrario, ya los nuevos pronósticos lo ubican en terreno negativo. Pero la culpa no lo será de las erráticas decisiones de política económica ni de la falta de confianza propiciada entre los inversionistas nacionales e internacionales: la culpa será del virus COVID-19.

La convención bancaria en una frase: el CODI (cobro digital desarrollado por los banqueros) mutó a COVID, y este bicho será ahora el culpable de todos nuestros males.

Al tiempo.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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